La puerta automática de Glow se abrió con ese sonido frío y limpio que siempre había odiado. No por el sonido en sí, sino por lo que representaba: el acceso a un lugar que ya no le pertenecía. Aitana pisó firme, sus uñas impecablemente pintadas, su ropa simple pero elegante. Había sido invitada -casi provocada- a volver. Pero no estaba segura de por qué había aceptado.
-Aitana -La voz llegó antes que el perfume.
Ese aroma. Floral, dulzón, con una base de madera que siempre llegaba un segundo antes que ella. Aitana cerró los puños. La reconoció al instante.
Lara.
Iba vestida como si acabara de salir de una pasarela: blazer oversize en tonos neutros, tacones finos, el pelo recogido en una coleta baja perfectamente peinada. El mismo aire de superioridad, la misma sonrisa impecable con sabor a mentira.
-Qué fuerte verte acá otra vez -dijo Lara, como si de verdad le diera gusto-. No sabes lo que me emociona esta reunión.
Aitana no contestó enseguida. La miró de arriba a abajo. Lo que más l