El amanecer tiñó el cielo de tonos fríos y apagados cuando el grupo dejó atrás la torre. El aire era más denso en la superficie, como si la tierra misma presintiera lo que estaba por llegar. Kael abrió un portal con sus propias manos, una brecha oscura entre dos robles retorcidos, y uno a uno emergieron al mundo terrenal. La niebla los envolvió en cuanto pusieron pie en el bosque, profundo y antiguo. Ni Clara ni Emma sabían con exactitud hacia dónde iban, pero confiaban en que Kael y Damián las guiarían a salvo.
El bosque susurraba secretos. Ramas secas crujían bajo sus botas, y las hojas parecían temblar con cada paso. El silencio era casi sobrenatural… como si los pájaros hubiesen huido de antemano.
Emma caminaba junto a Damián, un poco detrás de Kael, que lideraba el grupo sin pronunciar palabra. Clara iba a su lado, observando el entorno con