Después de afinar algunos detalles y confirmar el diseño final con Salvatore, Emma y Daniela se despidieron de él con profesionalismo y cortesía. Él, como era costumbre, las acompañó hasta la entrada con su habitual elegancia tranquila y una leve inclinación de cabeza. No hubo palabras de más, pero su mirada se detuvo un segundo más en Emma antes de volver al interior de la casa.
Cuando salieron, el carro de Daniela ya estaba en perfecto estado. Tomas había solucionado el problema de la batería y había dejado todo funcionando. Ella le había avisado que no hacía falta que regresara, así que ahora solo eran Emma y ella en el viaje de regreso a casa.
El interior del carro estaba lleno de esa calma que solo dura un instante después de una larga jornada, hasta que Daniela rompió el silencio.
—¿Entonces…? —dijo sin apa