Ya dentro del apartamento de Daniela, el ambiente se volvió mucho más relajado. Emma se quitó los zapatos y se dejó caer en el sillón del pequeño living, abrazando uno de los cojines como si necesitara algo a lo que aferrarse. Daniela apareció desde la cocina con dos tazas de chocolate caliente.
—Nada como esto después de una tormenta —dijo, entregándole una taza a Emma.
—Gracias, Dani —respondió Emma, sonriendo cansada, mientras sostenía la taza entre las manos para calentarse los dedos.
Daniela se sentó a su lado, y por un momento ambas disfrutaron el silencio. Luego, con una sonrisa pícara que Emma conocía demasiado bien, Daniela ladeó la cabeza.
—¿Así que solo estaba matando el tiempo?
—¿Qué? —Emma la miró confundida, alzando una ceja.
—Salvatore &mdash