La torre estaba envuelta en un silencio profundo, uno que ni siquiera la noche se atrevía a perturbar. Afuera, el viento azotaba suavemente las ventanas con una insistencia melancólica. Emma dormía profundamente en una de las habitaciones superiores, y Clara también, agotada por la tensión de los últimos días.
Damián, sin embargo, no podía dormir.
Sentado en uno de los pasillos de piedra de la torre, con la camisa abierta y las heridas ya cicatrizando, miraba el vacío con los pensamientos enredados. Su mirada se perdía entre las grietas de las paredes, pero su mente solo giraba en torno a una cosa: Emma.
No sabía si era el miedo… o el amor. Y eso lo volvía débil.
Sintió un escalofrío.
Se levantó, con los sentidos agudizados. No había nadie en la torre. Él mismo la había sellado con Kael.