Después de intercambiar algunas bromas y revisar juntas los planos, ambas decidieron que lo mejor para avanzar con mayor rapidez sería dividirse el trabajo.
—¿Te parece si yo tomo las habitaciones del ala izquierda y tú las del lado derecho? —sugirió Daniela mientras repasaba el mapa de la casa con el dedo—. Así nos concentramos mejor y no perdemos tanto tiempo charlando… que ya sabes cómo somos.
Emma asintió con una leve sonrisa, recogiendo su cuaderno de apuntes y algunas muestras de tela.
—Perfecto. Yo me encargo del ala derecha.
Subieron las escaleras con paso firme y se separaron al llegar al pasillo principal. Emma caminó hacia su sector con decisión, sintiendo una especie de calma que solo encontraba cuando se enfocaba por completo en algo que le apasionaba. Al abrir la primera habitación, se encontró con techos altos, molduras talladas a mano, y una ventana que dejaba entrar la luz dorada del sol de la mañana. La habitación, aunque vacía, tenía alma.
Con un suspiro profundo, s