83. Hermanas
Roxana
Mi estómago se rebeló apenas crucé el umbral del apartamento de Lucía. Corrí al baño, y caí de rodillas frente al inodoro cuando el sabor amargo de la bilis me quemó la garganta. Sentí las manos cálidas de Lucía sosteniendo mi cabello hacia atrás, sin decir una palabra.
Me alcanzó un vaso de agua fría cuando terminé. Evité mi reflejo en el espejo. No quería ver la palidez de mi rostro, los hematomas o el brillo febril en mis ojos.
Me acosté en el sofá y le conté todo cuando se sentó a mi lado con dos tazas de té. Esperaba su apoyo incondicional, pero Lucía bebió su té con esa expresión pensativa que me ponía de los nervios.
—No puedes juzgarlo tan duro, Rox. Tiene derechos y si eres objetiva, ha sido demasiado civilizado considerando la bomba que estalló en su cara cuando apenas regresó con su familia.
La taza casi se me resbala de las manos.
—Espera, ¿estás de su lado?
—Siempre estoy de tu lado. Solo digo que pudo haber tomado medidas legales inmediatas, pero insiste en manej