Roxana

Me levanté después de pasar la noche vigilando el sueño de Andrea, y miré de reojo la caja con la prueba de embarazo que me trajo Lucía anoche como si fuera a explotar. Así que la metí en mi bolso para olvidarme del tema. Además, era imposible.

Mi reflejo en el espejo del baño hizo que torciera el gesto al ver el tono amarillo verdoso que se extendía desde el pómulo derecho hasta la sien. A pesar de que el maquillaje ayudaba a disimular gran parte del daño, el dolor persistía y no solo en mi cuerpo, sino en mi alma por haber llegado a este punto en mi vida.

Pero al ver a mi hijo, se renovó la fortaleza en mi interior y suspiré, decidida a hacerle frente al mundo de ser necesario. Salí de la habitación con cuidado para no despertarlo y el olor a comida me guió a la cocina, donde Lucía tarareaba una melodía italiana que me pareció reconfortante.

Al verme sonrió con picardía.

—Buenos días, dormilona. —Me entregó una hoja de papel manuscrita con una lista de nombres organizados en