Luigi suspira, mirándonos a todos muy serio, lo que me indica que no está bien Cristal, y finalmente habla:
—La herida era más profunda de lo que pensábamos —dice, quitándose la máscara del rostro y los guantes—. Tiene la bala alojada en una costilla, debajo de su seno, y todavía no la hemos extraído porque se nos presentó un serio problema, sobrino.El miedo, al escucharlo, se apodera de mí, y la corriente de alivio que había comenzado a recorrer mi sangre es casi insuficiente contra la tormenta que retumba dentro de mí. Mi Cielo está en serio problema para que Luigi saliera sin operarla y viniera a hablar conmigo.—¿Y cuál es ese problema, tío? —pregunto, temiendo lo peor.—Tu esposa está embarazada —me dice sin más—. Tiene ocho semanas.—¡¿Embarazada?! —exclam