Duermo intranquilo, girando sin parar en mi cama. Si no fuera por la cantidad de alcohol que ingerí, no estaría dormido, pero el timbre de mi viejo teléfono suena. Ese inconfundible timbre que escogió mi Rosi hace muchos años me saca al instante de mi sueño. Lo tomo todavía medio dormido, creyendo que es un sueño.
—Oigo, oigo, ¿quién es? —respondo con impaciencia. —¿Giovanni…? ¿Eres Giovanni Garibaldi? —la voz femenina, temblorosa al otro lado de la línea, me hace sentarme en la cama, todavía sin entender del todo, medio dormido. —Él mismo, ¿con quién tengo el gusto? —pregunto, sacudiendo la cabeza. —Soy yo, Giovanni, soy yo… —repite la voz de mujer, temblorosa, y se echa a llorar desconsoladamente. —¿Rosi? ¿Eres tú, am