Gerónimo soltó un leve suspiro. Había estado ahí una vez, con Cristal; ese punto donde el amor y el miedo se entrelazaban como una soga alrededor del cuello.
—¿No te das cuenta, Guido? Ella ya es tu red de seguridad. Y tú eres la de ella. Solo que aún no lo entiendes porque estás tan ocupado luchando contra tus propios demonios que te olvidas de verla realmente, de escucharla. —Hizo una pausa, inclinándose hacia su hermano como si quisiera asegurarse de que cada palabra penetraba en su mente—. Deja de actuar como si estuvieras solo en esta batalla. Cecil está contigo. Quiere estar contigo. Pero si sigues cerrándole las puertas, llegará un día en que no podrá entrar más. Por mucho que te ame, nadie puede vivir eternamente sintiéndose fuera, Guido.Hubo un largo silencio entre ambos. Guido, aún sumido en sus pensamientos, frotaba con los de