Gerónimo permaneció frente al ventanal. Sus pensamientos iban y venían, cruzando entre imágenes de Cristal y el constante peligro que lo vigilaba desde las sombras de la ciudad.
—Está bien, creo que es mejor si dejamos a tu hijo con los padres de Cecil —dijo pensativo; quizás su tío tenía una solución.—No, nunca me separaré más de lo necesario de mi Gianni y mi Cecil —negó Guido, sin esconder el miedo en su mirada.El peso de las palabras quedó flotando en el aire. Siguió un silencio tenso, pero cargado de entendimiento entre los hermanos. Guido respiró hondo, armándose de paciencia frente a la obstinación de Gerónimo, mientras este volvía a espiar el horizonte mirando las luces de la ciudad.—¿Ya Cecil aceptó casarse contigo? —preguntó Gerónimo, cambiando de tema.