361. EL ENTRENAMIENTO DEL DOLOR
Ja, ja, ja, ríe Cristal al ser atrapada por Gerónimo y caen en la fresca hierba de la granja. Llevan ya un tiempo allí realizando un intenso entrenamiento. El bisabuelo aceptó entrenarlos. Gerónimo, Guido, Cecil y ella están siendo sometidos a un extenuante entrenamiento. Para asombro de todos, Cristal confía ciegamente en su esposo y también en sí misma. Sigue las instrucciones que él le da sin chistar; no averigua ni contradice, solo las ejecuta.
—No sé qué tipo de entrenamiento le hiciste a tu esposa, hijo, pero es la primera vez en todos los años que he vivido que veo a una mujer confiar ciegamente en su esposo —lo elogia su bisabuelo—. Tienes un tesoro en ella, mi nieto. Ni siquiera tu bisabuela ejecuta las órdenes con tal confianza y precisión como lo hace tu esposa. Es muy buena en el tiro también; sigue entrenándola, ustedes dos son una pareja extraordinaria. Solo me he dado cuenta de algo.
—¿De qué, bisabuelo? —pregunta curioso Gerónimo.
—Ella no es resistente al dolor ni al