346. LA VISITA DE HELEN
Cristal se giró rápidamente al escuchar la voz, mientras tomaba el arma que Gerónimo le había dado y que había colocado bajo la almohada de Maximiliano.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? —preguntó, apuntándole con el arma.
—¿Así es como recibes a tu mejor amiga? —preguntó Helen con una sonrisa.
—Tú no eres mi amiga, nunca lo fuiste. Lárgate, si no quieres que te meta un tiro en la cabeza —dijo Cristal, al mismo tiempo que quitaba el seguro de su arma.
—Vamos, Cristal, las dos sabemos que tú no tienes el coraje para hacer eso —contestó Helen, sonriendo sin inmutarse.
—¿Quieres arriesgarlo? —replicó Cristal, sosteniendo firme el arma frente a ella.
Cristal, con la mirada fija y las manos firmes a pesar del temblor desgarrando su interior, mantenía la pistola enfocada en Helen; esa mujer que durante tanto tiempo había tenido un papel ambiguo, oscilando entre la lealtad y la traición. Helen, por su parte, avanzó un paso, lenta pero desafiante, con esos ojos que eran capaces de revelar sec