32. AL FIN LA ENCONTRÉ

Gerónimo no responde a su hermano, detenido frente a la mujer que tiene delante. Su corazón le salta desbocado ante la visión que acaba de descubrir.

—¿No es ella? —pregunta Guido, que no puede verla porque su hermano la cubre con su cuerpo, hasta que lo oye decir:

—¡Cielos, Guido! ¡Es preciosa, mi esposa! Mírala, mi hermano, no te miento, ¡es la mujer más hermosa que he visto en mi vida! —exclama emocionado Gerónimo mientras se desliza para que la vea—. ¡No puedo creer que esta belleza sea mía y al fin estemos juntos! ¡Por fin la encontré! ¡La encontré!

Guido no puede evitar sonreír mientras observa a Gerónimo mirar a Cristal con fascinación, como si aún no creyera que fuera realmente ella, la misma mujer que tanto había buscado. Y es que ella tenía ese algo que hacía que todo a su alrededor perdiera importancia. Era la reencarnación de la diosa Afrodita. Su belleza parecía desbordar cualquier palabra humana que intentara describirla.

El tenue sonrojo que teñía sus mejillas, segura
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