33. BUENOS INICIOS

Después de que su hermano se marchara, Gerónimo entra en la habitación donde ha depositado a Cristal. La observa en silencio durante un rato. Luego busca un paño para limpiarle el rostro de la pintura que lleva, y se maravilla aún más. Las mejillas sonrosadas de ella hacen un hermoso contraste con sus labios rojos. Ella se despierta y se lanza sobre él, lo abraza y lo besa.

—Mi esposo, hip… Mi esposo, ¿dónde estabas? hip… —pregunta sin soltarlo.  

—Deja que te quite la pintura, cielo —le pide Gerónimo tratando de escapar de su agarre.  

—Hip… No te vayas, hip… Ven, acuéstate conmigo, hip… —lo llama ella, tirando de él, que se resiste.  

—Espérate, cielo, tengo que bañarte —le dice, ya que no le gusta para nada el olor a cigarro y alcohol que ella tiene, y porque quiere q
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