31. EL CLUB

Maximiliano mira a Coral, decidida a no dejar que la lleve a su casa, pero todavía está muy pálida, a pesar de que intenta parecer mejor. El sudor en su frente la traiciona y él observa cómo se pasa la mano por el vientre.

—Sé que lo entiendes, Gatito. No quiero que te pase nada, o peor, que me pase a mí. Si me ven contigo, se lo dirán a papá —sigue diciendo mientras se recuesta en su hombro—. Por favor, Gatito, hazme caso, déjame aquí. Vicencio no debe estar lejos; siempre me sigue a todas partes. Solo espera y verás, deja que lo llame.

Pero ella sostiene la cabeza en agonía; le duele terriblemente y tiene ganas de vomitar. Al menos lo había sacado del club con su desmayo, pensó. Ese era el plan que había hecho con sus primos. Ella vigilaría y trataría de sacar a Maximiliano del club si lo veía. Aunque, en verdad, se sentía morir; siempre el período para ella era terrible. Pero Gerónimo le había pedido que sacara a Maximiliano, que era el que los podía reconocer bien.

—Coral, ¿conf
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