Jarret y su segundo están sentados en el salón de un hermoso apartamento ubicado en Pigna, uno de los tantos distritos de Roma, justo al lado de la Plaza de Venecia y del monumento a Vittorio Emanuele II, que se construyó en honor al primer rey de la Italia unificada. No es de los más concurridos ni vistosos de la ciudad, pero aún posee su encanto. Jarret, con la computadora en la mano, busca información. —¡Nada, ni una sola noticia! —exclama frustrado—. ¿Pero qué tipo de hombres contrataste? No han sido capaces de ejecutar una sola de mis órdenes bien. —¿A qué se refiere, jefe? —pregunta el segundo, mientras lo mira inexpresivo—. Los traje de los hombres de su padre que estuvieron de acuerdo en trabajar para usted con tal de irse de Sicilia. —A estas horas deberían ya estar las noticias de las bombas en los autos del hermano de Cristal y sus hombres —respondió, cerrando de un golpe la laptop—. Les dije que las cronometraran para hoy. —Jefe, se le olvidó que Maximiliano iba de
Rosa sintió que el suelo cedía bajo sus pies. Giovanni jamás le había hablado así, jamás la había mirado con esos ojos fríos, como si ya no fuera su esposa, sino una enemiga más en su larga lista. Era conocido por ser la sombra de Fabrizio y, para todos en la familia, solo hacía lo que aquel le ordenaba. Para muchos, pasaba solo como un hombre pacífico, viendo a la sombra de una familia mafiosa. —Por respeto —contestó Rosa después de servir un café a Giovanni, que no lo tocó; no comía ni bebía nada que ella le diera. Y por primera vez en mucho tiempo, a Rosa se le erizó la piel al escuchar la escalofriante carcajada que soltó su esposo. Se quedó petrificada mirando a Giovanni, que le parecía otro hombre. Siempre supo que, cuando se trataba de la vida de sus hijos, él cambiaba completamente y se v
En la casa de Gabriel D’Alessi, Evelin se había levantado. Después de arreglar a los niños, esperaba pacientemente a que su esposo terminara una llamada telefónica. Tomó el periódico de la mesa y se puso a ojearlo sin prestarle mucha atención, cuando una foto saltó a su vista. Se quedó atónita ante lo que veía. Corrió al despacho, donde Gabriel estaba recogiendo sus cosas. —¿Qué te pasa, Eve? —preguntó él al ver su expresión de terror. —Gaby, es terrible lo que dice aquí en este periódico —le dijo, entregándoselo mientras apretaba sus manos—. Tengo mucho miedo de que todo empiece de nuevo, como cuando aquella mujer nos perseguía a mí y a mis hermanos. Gabriel abrió el periódico y lo leyó. No había terminado todavía cuando entr
Vicencio levantó la vista, con la mirada alerta y el cuerpo tensado por la preocupación. La cesta que Maximiliano sostenía parecía inofensiva a simple vista, pero la inquietud en su expresión no dejaba lugar a dudas de que algo no estaba bien. Se levantó rápidamente, acercándose a él con pasos decididos. —Déjame ver —dijo Vicencio, tomando la carta de las manos de Maximiliano con cuidado. Vicencio examinaba el contenido de la carta, escrita con una caligrafía abrupta que transmitía urgencia y amenaza al mismo tiempo. Su rostro se endureció y miró interrogante a Maximiliano, que observaba aterrado el contenido de la cesta. —¿Qué sugieres que hagamos con esto? —preguntó Maximiliano, buscando orientación. En el refugio, Gerónimo se despierta, mira a su lado en busca de Cristal y no
Gerónimo apuntaba con su arma a la puerta, mientras cubría a Cristal con su cuerpo. Ella intentaba encontrar su arma en el bolso, pero sus manos temblaban tanto que no podía hacerlo. Cuando se levantó, vio cómo su esposo bajaba la mano que empuñaba la pistola y sonreía.—Menudo susto me has dado, primo —dijo, respirando aliviado.—¿Desde cuándo el gran Gerónimo Garibaldi se asusta tan fácilmente? —preguntó un apuesto joven, entrando y encendiendo la luz.—Salvatore, será desde que lo han tratado de matar dos veces. ¿Cómo estás, primo? —respondió Fiorella, saliendo de detrás de su esposo.Gerónimo dejó caer la pistola en la cama y levantó su brazo sano para recibirla con felicidad, mientras le preguntaba:—Fiore, ¿qué hacen aquí? ¿Cómo pud
Mientras Evelin, su esposo y los demás llegaban a casa de su padre, el doctor Rossi, en el helicóptero, todos se apresuraban a ayudar con los niños. Salvador vino corriendo y se adueñó de los dos sobrinos, mientras Gabriel cargaba a su niña. Al entrar, los recibieron con alegría.—Mamá, qué linda estás hoy —dijo Evelin mientras estrechaba con cariño a Elvira, quien le devolvía el abrazo de la misma manera—. ¿Qué celebran hoy?—Es nuestro aniversario de hacernos novios, Eve —respondió el doctor Rossi, adelantándose para abrazarlas a ambas—. Un día como hoy yo la defendí de unos chicos que la estaban insultando, y fue el inicio de toda nuestra historia.—¿Es eso verdad, mamá? —preguntó emocionada Evelin, disfrutando de conocer la historia de sus padres.—Sí, es
Por otro lado, en el apartamento de Coral, la mañana seguía avanzando mientras Vicencio y Maximiliano miraban asombrados la cesta encima de la mesa, sin saber qué hacer.—¿Y ahora qué vamos a hacer? —preguntó Maximiliano—. Él se casó con mi hermana.—Maximiliano, no saques conclusiones apresuradas —dijo Vicencio enseguida—. Conociendo a Gerónimo, él jamás cometería ese error.—Pero mira la prueba; aquí dice que es cierto —y mostraba un documento en su mano nerviosamente.—Cualquiera con dinero en estos días puede falsificar una prueba como esa. ¿No te olvides que ellos estuvieron un año en América? —le recordó Vicencio.—Tienes razón —murmuró Maximiliano, dejándose caer pesadamente en el sofá—. Pero esto no puede quedar as&i
Fiorella está realmente asombrada al pasar junto a ambos. Los ve correr a montarse en los autos y seguirlos de cerca, hasta que llegan a la residencia del doctor Rossi. El Greco no entra; se queda un rato afuera, observando desde su auto.Se bajan todos y corren hacia Gerónimo, que está inconsciente y suda a mares. El doctor Rossi lo revisa y ordena que lo suban a una habitación. Al poco rato, el helicóptero del doctor Luigi hace su aparición, acompañado de Enzo. Todos se introducen en la habitación donde Gerónimo permanece muy pálido, con los ojos cerrados.Mientras ellos lo atienden, siguen llegando familiares a la casa, que son atendidos por Elvira y Evelin. Todos los niños juegan con Asiri en un amplio salón habilitado para ello.—¿Cómo está Gerónimo?—pregunta Guido al ver aparecer al doctor Rossi, en compañía de Luigi y Enzo.