Maximiliano miraba a Coral, furiosa, y eso le causaba un inexplicable placer. Verla así, con esa mezcla de celos y rabia, lo llenaba de una extraña alegría que no podía controlar. Sonrió mientras se acercaba lentamente a ella, ignorando completamente la expresión de enojo dibujada en su rostro.
—¡Habla claro, gatito, ahora mismo, o esto que acaba de empezar entre nosotros se rompe aquí y ahora! —lo amenazó Coral, alzando la voz con furia.—¿Estás celosa, Thea mu? —preguntó Maximiliano con una sonrisa provocadora.—¿Quién está celosa? ¡Lo que no me gusta es que me engañen! —respondió ella, sosteniéndole la mirada con desafío.Maximiliano continuó acercándose a ella, sin borrar la sonrisa de su rostro y manteniendo sus ojos fijos en los de Coral. La encontraba preciosa, incluso en