Sin dar más vueltas al tema, Yiorgo adopta un tono aún más serio y añade con firmeza:
—Hijo, yo también vine para hablar de la situación que tenemos con Eurípides.Maximiliano asiente, como si ya lo esperara. Se recarga ligeramente en el respaldo de su silla mientras entrelaza sus manos, mostrando que está listo para abordar el tema.—Sí, lo sé. Mis hombres me han informado que una gran mayoría está de su parte y que Luciano está perdido —explica, entrando de lleno en aquellas conversaciones de la mafia que Stavri intenta ignorar mientras sigue entretenida acunando al bebé.—Pero casi estoy seguro de que fue a esconderse con su madre —añade Maximiliano, marcando un punto crucial en su argumento.—Luciano siempre ha sido un cobarde —dice con desprecio. Luego agrega—: Pero Eurípides no. Ese hombre es pe