Gerónimo apuntaba con su arma a la puerta, mientras cubría a Cristal con su cuerpo. Ella intentaba encontrar su arma en el bolso, pero sus manos temblaban tanto que no podía hacerlo. Cuando se levantó, vio cómo su esposo bajaba la mano que empuñaba la pistola y sonreía.
—Menudo susto me has dado, primo —dijo, respirando aliviado.—¿Desde cuándo el gran Gerónimo Garibaldi se asusta tan fácilmente? —preguntó un apuesto joven, entrando y encendiendo la luz.—Salvatore, será desde que lo han tratado de matar dos veces. ¿Cómo estás, primo? —respondió Fiorella, saliendo de detrás de su esposo.Gerónimo dejó caer la pistola en la cama y levantó su brazo sano para recibirla con felicidad, mientras le preguntaba:—Fiore, ¿qué hacen aquí? ¿Cómo pud