En casa del doctor Rossi, el ambiente era alegre y festivo; todos reían y disfrutaban de la compañía. Cristal, atenta como siempre, se ofreció a buscar el té que Elvira había sugerido para Gerónimo. Mientras se dirigía a la cocina, de repente sintió una mano fuerte que la atrapó con brusquedad, tirando de ella sin darle tiempo de reaccionar. Intentó soltarse, pero el agarre era demasiado firme. Al voltear para ver quién era, sus ojos se encontraron con los de su suegra, Rosa, quien, sin decir una sola palabra, la arrastró sin miramientos hasta el invernadero. Al llegar, la soltó con tal fuerza que Cristal dio un pequeño tropiezo, recuperando el equilibrio rápidamente.
—¿Qué haces aquí, desvergonzada? —preguntó Rosa, con los ojos enrojecidos de furia y su tono mostrando un desprecio que le llenaba la voz.Cristal mantuvo la