Capítulo 92

La madrugada tenía un silencio extraño, como si la ciudad misma contuviera la respiración. El apartamento permanecía en penumbras; todos descansaban después de una noche agotadora. Emma dormía recostada en el pecho de Alejandro, envuelta en sus brazos como si fueran un refugio. Lucía, en el sofá, mantenía el maletín apretado contra sí incluso en sueños. Mateo y Clara dormían en la habitación contigua, y por primera vez en días, parecía que la calma les había concedido un respiro.

Pero afuera, en la calle silenciosa, se movían sombras. Un convoy de vehículos oscuros se detuvo sin ruido frente al edificio. De ellos descendieron hombres encapuchados, armados hasta los dientes. Uno de ellos habló por radio:

—Objetivo confirmado. Nadie sale con vida.

La puerta principal del edificio cedió bajo la embestida de un ariete. El estruendo resonó como un trueno, despertando a todos en el apartamento. Alejandro saltó de la cama al instante, tomando la pistola que mantenía en la mesita de noche.

—¡
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