Mundo ficciónIniciar sesiónEl cielo estaba gris, inmóvil, como si la ciudad entera contuviera el aliento.
Casa Esperanza, recién reconstruida, olía a pintura fresca y a tierra húmeda. Los niños corrían entre los rosales que Emma había plantado con Nora unas semanas antes. Las risas parecían devolverle al lugar una vida que el fuego, hacía poco, había intentado arrebatar.
—Nunca imaginé que florecieran tan rápido —dijo Nora, observando los tallos nuevos.
Emma Ríos sonrió, apartándose un mechón de la cara—. Es como si el jardín quisiera empezar de nuevo con nosotros.
—O como si quisiera protegernos —respondió Nora, bajando la voz—. No sé por qué, per







