Capítulo 16

El día había transcurrido con una calma engañosa. El cielo, encapotado desde la mañana, dejaba caer una llovizna constante que impregnaba el aire con olor a tierra mojada. Emma había pasado la tarde en la biblioteca, ordenando algunos libros que Daniel había dejado regados en el suelo. No esperaba que, al cerrar la puerta para salir, se encontraría con Isabela de pie en el pasillo, como si la hubiera estado esperando.

La ex prometida de Alejandro vestía un conjunto de seda color marfil que realzaba su porte elegante y su expresión de fría determinación. Sus tacones resonaron en el suelo de mármol cuando dio un paso hacia Emma.

— Así que aquí estás… —dijo con una sonrisa que no alcanzó sus ojos—. La niña que ha conseguido que Alejandro se interese de nuevo por algo que no sea su trabajo.

Emma no respondió. Solo se mantuvo erguida, sujetando un libro contra su pecho como si fuera un escudo.

— Supongo que sabes que ya sé quién eres… —continuó Isabela, su tono más afilado—. Una menor fugada del orfanato La Trinidad.

Emma sintió un nudo en el estómago.

— No tiene derecho… —comenzó a decir, pero la mujer la interrumpió.

—Tengo todos los derechos. —Se inclinó un poco hacia ella—. Podría hacer una llamada y devolverte allí antes de que amanezca.

La amenaza era directa y clara. Emma apretó los labios, intentando que no le temblara la voz.

— No voy a volver… nunca.

Isabela soltó una risa breve, cargada de desprecio.

— Eres una niña jugando a ser adulta. No sabes en lo que te has metido.

Emma dio un paso atrás, sintiendo que la pared fría le cortaba la huida. Por un instante pensó que no tenía escapatoria, que esa mujer realmente podría cumplir su amenaza. Las imágenes del orfanato, los pasillos oscuros y el rostro de la Hermana Martha y Don Martín se agolparon en su mente.

Justo entonces, una voz grave resonó desde el extremo del pasillo:

— Isabela…

Ambas se giraron. Alejandro estaba allí, con las manos en los bolsillos y la mirada fija en la mujer. Caminó hacia ellas sin apartar los ojos de su ex prometida.

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó con calma, aunque su tono dejaba entrever un filo peligroso.

Isabela lo observó con una mezcla de desafío y dulzura fingida.

—Solo te advierto, Alejandro. Esta niña no es quien aparenta ser. Tiene un pasado que puede traerte problemas.

Él no dudó.

— Ese pasado no te incumbe.

— Te equivocas —replicó ella—. Cuando afecte tu reputación, será demasiado tarde.

Alejandro se detuvo frente a Emma, colocándose ligeramente delante de ella, como un escudo humano.

— Ella no irá a ningún lado.

Isabela arqueó una ceja.

— ¿La estás eligiendo a ella… sobre todo lo demás?

— Sí. —Su respuesta fue seca, definitiva.

La mujer apretó la mandíbula, pero no dijo nada más. Dio media vuelta y se alejó, sus tacones resonando como golpes de martillo en el suelo.

Emma seguía en silencio, pero sus manos temblaban ligeramente. Alejandro se giró hacia ella, suavizando el gesto.

— No vuelvas a quedarte sola con ella.

Emma asintió, y aunque quería agradecerle, las palabras no le salían. Había algo en la forma en que él la miraba que le hacía sentir segura… pero también peligrosamente expuesta.

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