Capítulo 138

La luz del amanecer se filtraba a través de las tablas rotas de la vieja casa. Emma abrió los ojos con la sensación de no haber dormido en absoluto. El cansancio le pesaba en los huesos, pero el sonido leve de la respiración de Nora en la habitación contigua le recordó por qué no podía rendirse.

Rodrigo, sentado junto a la ventana, revisaba una pequeña radio de mano. El aparato crepitaba intermitente, devolviendo solo fragmentos de voces distorsionadas.
—Nada nuevo —murmuró, frustrado—. Las líneas están saturadas.

—¿Y Alejandro? —preguntó Emma, poniéndose de pie.

—Sigue en el bosque. Dijo que revisaría la zona del molino antes de volver.

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