Inicio / Mafia / Hasta que muera / 2. Primer encuentro
2. Primer encuentro

El salón de clases se siente vacío a pesar que hay treinta y cinco compañeros a mi alrededor. Samara está sentada a mi lado escribiendo como loca la tarea de microbiología. Ha preguntado por William cuatro veces, y cada vez que me mira preocupada por su inasistencia a la universidad me entran unas ganas horribles de encerrarme en el balo y llorar. Ella no tiene idea de lo que hice anoche en mi casa.

Estuve dos horas manipulando el cuerpo de William, intentando hacer lo que mi abuelo quería. Jamás había hecho una autopsia. Leer el procedimiento en los libros es diferente a la realidad. No pude dormir en toda la noche, imaginando el rostro de William sonriéndome todas las veces que se acercó a mí siendo amable y coquetear conmigo.

—Oye, ¿crees el profesor note que las respuestas son las mismas? Tengo mucha flojera de cambiar las palabras—

—Samara, el profesor no es tonto. Si lo escribes tal cual por supuesto que lo va a notar ¿Por qué no hiciste la investigación? —

—Enzo fue anoche a mi casa— Respondió con una enorme sonrisa— Obviamente me distraje teniendo sexo con él. Hace dos semanas que no lo veía—

—Sí sabes que está jugando contigo, ¿cierto? Solo aparece cuando se cansa de su novia—

—Alina, no arruines mi día mencionando a esa. Ellos no están juntos—

—¿Entonces por qué no formalizan la relación? —

—Porque ambos queremos libertad— Responde poniendo los ojos en blanco—Sé que es difícil de entender, pero no todo el mundo quiere una pareja, casarse, tener hijos y todo eso aburrido. Nos divertimos y ya. Deberías hacer lo mismo—

—No, gracias. No tengo tiempo para ese tipo de libertad—

—William quiere contigo, Alina. Acéptalo. Es muy buen chico, y le gustas de verdad—

Mi estómago se aprieta, y contengo las ganas de vomitar. Samara me mira con ojos cálidos y sé que siente pena por mí. Aunque si se entera que por mi culpa William está muerto, su mirada sería de odio, al igual que la de mi madre.

—Samara, necesito ir al baño— Digo, antes de levantarme a toda prisa, y salir del auditorio—

Tardo más tiempo del que debería en recomponerme. Las pastillas que tomo para la ansiedad no están haciendo efecto hoy. Mi cabeza es un lio de pensamientos intrusivos, y no puedo evitar la culpa y el dolor en mi pecho. Quiero ir a casa y dormir mucho, pero mi abuelo notará que regresé antes. Es demasiado suspicaz. En cuanto vea mi expresión se va a dar cuenta cuanto me afectó lo de anoche. No puedo darme el lujo de llamar la atención. Debo continuar como si nada hubiese pasado y esperar que la ausencia de William no acabe con la poca cordura que me queda.

Estamos en la cafetería comiendo algo ligero, cuando veo acercarse al segundo grupo de estudio del profesor de fisiología. Hay una chica allí que tiene una pelea casada conmigo, solo porque mis pruebas fueron mejor que las de ella. Ignoro su mirada altiva, y me concentro en meter algo de comida en mi boca. No he comido nada desde ayer y con tantas pastillas que tomo no es conveniente estár con el estómago vacío.

—La estúpida de Isabella no deja de mirarte— Murmura enojada, Samara—Es una abusadora. Tienes que defenderte, Alina. Me jode que seas tan amable—

—Déjala tranquila, Samara. Ella no es como tú—Interviene Fabricio—Además, ellos nunca van hacer igual de buenos que nosotros—

Sonrío divertida, chocando nuestras manos.

—Me gusta como suena eso. Fabi, recuérdale a nuestra compañera que si quiere seguir estudiando con nosotros debe hacer su tarea—

—Siempre hago mis trabajos— Replica Samara— Lo que pasa es que ustedes son demasiado perfeccionistas y no les gusta lo que hago—

—Sino quieres que un paciente muera en tu primer turno, no sigas copiándote de Alina—

—¡Fabricio! —Reprendo con cara de horror— No hables de esa manera. Eso sería horrible—

—Solo digo la verdad— Añade Fabricio riendo— Se la pasa copiándote. En cuanto comiencen las practicas, ella la pasar muy mal—

Samara nos queda viendo con aburrimiento y dice.

—Se equivocan. Yo soy igual de buen médico que ustedes. Qué copie alguna tarea no significa que no sé lo que hago. Además, estoy estudiando medicina porque me gusta no como Alina que la obligaron—

—Por favor, no discutan. Todos copiamos en algún momento de la carrera así que ya deja el tema Fabricio. Mejor hablemos de otra cosa— Murmuro dejando salir un suspiro—

Samara voltea su mirada hacia mí, y aplaude emocionada.

—¡Me parece perfecto! Hablemos de tu cita anoche con William—

Contengo el aliento mientras mis ojos se quedan fijos en su cara bonita. Quiero decir algo, pero mi garganta está cerrada e imágenes del cuerpo de William aparecen en mi mente.

—Alina, ¿qué pasa? ¿te sientes bien? — Pregunta Fabricio, con preocupación—Estás pálida—

Samara decide acercarse y poner su mano en mi antebrazo, e inconscientemente me estremezco ante su toque.

—Hey, no quise incomodarte. Solo tengo curiosidad de saber cómo te fue anoche en la cena. William estaba muy emocionado—

—Él no pudo ir—Respondo con rapidez evitando su mirada— Recibió una llamada a última hora, y se fue a su casa. Después de eso no supe nada más de él—

—¡No puede ser! —Lamenta Samara—Con lo entusiasmado que estaba. ¿Crees que le haya pasado algo a su familia?

—Creo que sí, más temprano escuché a uno de sus amigos decir que su papá se fue de viaje o algo así—Agregó Fabricio—

Mis manos comienzan a temblar, y el sudor recorre mi espalda. No quiero seguir hablando, así que me levanto como un resorte ante sus miradas atónitas.

—Chicos. Ya me tengo que ir. Nos vemos mañana para terminar de estudiar— Murmuro antes de salir prácticamente corriendo—

Ignoro sus quejas, y me dirijo hasta el estacionamiento. En el momento en que estoy dentro del auto, exploto. Lloro sin contenerme. Grito a todo pulmón sintiendo la culpa sobre mis hombros. No sé cómo mirarlos a los ojos sin sentir dolor. Soy una persona horrible. Mi familia son asesinos, y yo participo de ello. Qué horrible ser humano soy.

¿Cómo podría cambiar aquello?

Ni siquiera puedo cuidarme a mí misma.

Vuelo a gritar, la humedad de mis lágrimas empañando el cristal de las ventanillas.

Mi teléfono comienza a sonar insistentemente, e intento tomar aire varias veces antes de abrir la llamada.

—¿Hola? —

—¿Faltaste a la última clase? — Pregunta mi madre, enojada—

Cierro los ojos maldiciendo internamente a mi guardaespaldas.

—Estoy en el estacionamiento. No me siento muy bien—

—Devuélvete a clases, Alina. Si te veo en esta casa antes del horario regular, te encierro por tres semanas sin comida— Gruñe antes de cortar la llamada—

Inspiro profundamente sintiendo la ira irradiar por todo mi cuerpo. Quiero golpear algo con mucha fuerza. ¡Dios!

Tocan dos veces la ventanilla, y al notar al hombretón moreno que suele ser mi sombra, mi respiración se vuelve superficial. Si pudiera lo mataría con mis propias manos. De todas maneras, ya soy una asesina.

—¿Señorita? Tengo instrucciones— Anuncia en voz alta, viéndose aterrador— ¡Señorita, por favor! —

Antes de analizar el pensamiento, estoy encendiendo el auto, y mi pie pisa el acelerador. Salgo desparramando entre algunos estudiantes, sin importar que aquel me vea. Sé las consecuencias. Al llegar a casa me espera una paliza por haberla desobedecido, pero estoy harta de ser alguien infeliz. Anoche asesinaron a mi compañero de clases en mi propia casa, y no puedo con mi conciencia. Esto es más fuerte que yo.

Conduzco por la ciudad, superando el límite de velocidad. Quiero huir de mi vida, o simplemente morir en un trágico accidente. Algo que me libere de este sufrimiento tan opresor que llevo cargando desde que tengo uso de razón.

Mi teléfono suena de nuevo, y lo lanzo con fuerza al asiento trasero. Aprieto más el acelerador, y las calles comienzan a verse borrosas. No tengo idea hacia donde me dirijo. Solo necesito sentir la adrenalina de la velocidad, reemplazando el dolor.

De repente, una silueta se atraviesa en el camino. Logro maniobrar de tal manera que los neumáticos raspan con fuerza por el asfalto. Creo que voy a volcar, pero parece que la maquina es tan sofisticada que termino dando dos vueltas en mi propio eje. La velocidad hace que mi cabeza golpee un poco la ventanilla, y cuando el auto choca contra el tronco de un árbol, soy impulsada hacia delante, el airbag activándose.

Gimo con el cuello adolorido, mientras busco la manera de abrir la puerta. Está atascada, y antes de entrar en pánico, veo un hombre corriendo hacia mí. Todo pasa en cámara lenta. Aturdida, observo su rostro preocupado, en tanto me saca en brazos. Está gritando algo, pero no logro comprender lo que dice.

Es muy apuesto. Joven, no más de veintisiete tal vez. Cabello castaño oscuro, ojos oscuros, labios rosas, y nariz algo torcida, pero muy linda. Tiene dos rasguños en la mejilla, un golpe morado en su mandíbula, y cortes en su frente. Su voz se filtra en mi mente cuando toca mi mejilla.

—¿Te encuentras bien? Tienes un golpe en la frente, pero no parece muy profundo. Voy a llamar a una ambulancia. Por favor espera aquí, y no te levantes—

Su voz es firme, y algo profunda. Parece acostumbrado a dar órdenes, y tener el control. Aunque es joven su voz suena madura. Él me mira con el ceño fruncido. Supongo que está preguntándose si tengo una contusión y voy a morir. Hace una pequeña mueca en sus labios, y no puedo evitar sonreír. Es muy atractivo, aun con todos esos golpes en su rostro.

—Cristo Jesús. Creo que estás bien— Murmura soltando un suspiro de alivio—Lo siento tanto. No debí atravesar el camino sin mirar ambos lados—

—Me duele la cabeza, pero estoy bien— Contesto en voz baja—Gracias por salvarme—

Ríe, sacudiendo su cabeza.

—Espera un poco. Ese golpe te afecto, no me des las gracias. Es mi culpa que casi queda tu cara bonita estampada en ese árbol—

—¿Crees que soy bonita? Yo creo que tú eres atractivo, aunque tienes la cara amoratada—Balbuceo un poco mareada—

Frunce el ceño mirándome como si estuviera loca, y poco a poco me deja sobre el asfalto mientras se aleja.

—¿Te burlas de mí o qué? —Pregunta hosco— Casi nos matamos. No digas estupideces. Llamaré a la ambulancia, y después me largo—

Me incorporo teniendo especial cuidado de no mover mucho la cabeza, y lo miro apenada.

—Disculpa. No fue mi intención. Estoy algo agobiada y asustada también. ¿De dónde saliste? Fuiste muy imprudente al meterte en el camino. Casi te atropello—

Asintió, apretando su mandíbula.

—Si, fue mi culpa. Unos tipos me venían persiguiendo. Era la única forma de huir y salir ileso. Eres astuta al conducir. Venías manejando a gran velocidad. Fue un milagro que el auto no volcara—

—Lo lamento. No estaba en mis cabales— Respondo evitando su mirada suspicaz—

—Bueno, ese auto no creo que funcione. Deberías llamar alguien que venga por ti. Este barrio en peligroso. ¿Tienes un teléfono? —

—Está en el asiento trasero. ¿Puedes por favor buscarlo por mí? No quiero moverme demasiado, en caso que tenga una contusión—

Levanta una ceja, mirándome con una pequeña sonrisa.

— No eres de por aquí, ¿cierto? —

—¿Por qué? —

—La manera en la que te expresas. Pareces una de esas niñas con dinero. Y ese uniforme de enfermera se ve que es caro—

—El uniforme es porque soy estudiante de medicina, y con respecto a lo de del dinero, sin comentarios—

—Oh, así que estudias para ser médico. Qué bueno saberlo. ¿Podrías echarles un ojo a mis costillas? Me dieron un par de patadas allí, creo que las tengo fracturadas—

Lo miro un poco sorprendida por la facilidad y familiaridad al dirigirse a un extraño. No es que quiera algún tipo de comportamiento elegante, pero es impresionante que sea tan abierto, teniendo en cuenta que acabamos de conocernos en estas circunstancias.

—Aún me falta mucho para terminar la carrera — Respondo algo nerviosa— Y si tuvieses una costilla rota, te retorcerías de dolor—

Se encoge de hombros mientras se agacha a mi lado.

—Creo que eres una de esas niñas que son buenas estudiantes—

—¡Por supuesto que lo soy! — Exclamo indignada por sus palabras—

Sonrió satisfecho.

—Entonces si me quito la camisa y te dejo ver mis moretones puedes decirme si necesito ir al hospital, ¿cierto? —

Puse los ojos en blanco dejando salir un suspiro.

—Está bien. Veamos que tienes allí—

Se puso de pie en un instante. Su camisa salió volando a un lado, y cuando mis ojos registraron su pecho desnudo, tragué en seco ante el espectáculo de piel bronceada. Es todo músculos apretados en los lugares correctos, y mis pensamientos lujuriosos me atraparon en una burbuja, impidiéndome gesticular. He sentido atracción física por otros hombres. Es más, estuve viendo porno cuando William me robó mi primer beso, pero siempre que intento sentir algo más, mi cabeza juega una mala pasada y los recuerdos de un pasado tormentoso aparecen para impedir que pueda sentir deseo como una mujer normal. Estoy dañada en todos los sentidos.

—¿Y bien? ¿Qué opinas? Desde mi punto de vista se ve muy jodido—

Carraspeé nerviosa.

—Recuéstate, por favor. Necesito inspeccionar más cerca—

—Cómo digas— Dijo acostándose a mi lado—

Solté una respiración rápida, y me dispuse a revisar su abdomen. Efectivamente tiene varios golpes que requieren atención, pero algo me dice que este chico no quiere ir a un hospital.

—No tienes fracturas. Puedes tomar algunos analgésicos para el dolor, y aplicar compresas frías para la inflamación. Si tienes otros síntomas como fiebre, y dolor en el pecho debes ir a un hospital. Necesitas reposo varios días si quieres sanar adecuadamente—

—Oh, m****a, no. Tengo que trabajar— Murmura en una queja—

—Pide unos días en tu trabajo. Puedes solicitar una incapacidad. Cualquier médico te la daría. Son golpes que requieren reposo—

Sonríe, y varias mariposas revolotean en mi estómago dejándome absorta en él.

—No puedo, pero gracias por tu ayuda. Ahora te toca a ti. Es hora de llamar a la grúa para que remolquen el auto, y luego ve a que te revisen ese golpe—

Asentí, mordiendo mi labio inferior.

Se quedó conmigo hasta que pude solucionar el asunto. Los señores de la grúa llamaron una ambulancia. La enfermera limpió nuestras heridas, y nos dio analgésicos para el dolor. Al momento de irnos, él se acercó con una sonrisa amable. Le devolví la sonrisa, sintiendo un aro de alegría florecer en mi pecho.

—Muchas gracias por frenar y no matarme— Comentó haciendo una mueca— Discúlpame nuevamente por las molestias—

—Me sacaste del auto. También tengo que agradecer. Cuida esos golpes si quieres seguir haciendo de las tuyas—

Guiñó.

—Cómo digas, niña millonaria. Cuídate—

—Oye, no me llames así. No tengo dinero, créeme. Y si lo tuviese tampoco te lo diría—

Sacude su cabeza varias veces mientras se acerca peligrosamente a mí. Levanta mi barbilla un su dedo anular y murmura.

—Tu perfume grita dinero. Al igual que la suavidad de tu cabello, y de tu piel. Tus ojos parece que nunca han visto más que oro puro. Tus manos se sienten tan delicadas que estoy seguro que jamás han limpiado un mueble. Además, el auto que conduces es un Mercedes Benz última generación. Las chicas como tú son adictivas, y muy peligrosas—

Me remuevo inquieta ante su mirada intensa, y un escalofrío recorre mi cuerpo.

—Eso no se escucha muy bueno— Susurro con voz temblorosa—

Sonríe, en tanto su lengua moja sus labios, y me quedo observando el movimiento como una tonta.

—Nunca dije que fuera bueno. Te veré por ahí, doctora—

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP