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3. Acción-reacción

Al llegar a casa, mi abuelo mi miró en silencio por una cantidad enorme de tiempo mientras intentaba explicar lo del accidente. Gracias al cielo mi madre decidió salir con sus amigas, así que no tuve que preocuparme por nada más que ocultar el moretón en mi frente. El abuelo quiso poner en práctica todas sus artimañas para investigar si realmente había sido un accidente. Casi en una súplica le pedí que dejara las cosas así, porque yo soy la única culpable. No necesito otra preocupación más sobre mis hombros, en caso que se dé cuenta que casi atropello a un chico vestido como mecánico, y todo golpeado porque parece haber salido de una pelea de barrio.

Al día siguiente despierto con el cuerpo adolorido, sin embargo, el dolor esta vez se siente bien. Soñé toda la noche con él. Mi corazón palpitó emocionado al recordar sus últimas palabras, y dormí con una sonrisa en mis labios. Cuando lo vi alejarse, estuve a punto de preguntar su nombre, pero sentí vergüenza de mis emociones. De todas maneras, no serviría de nada. No es algo que pueda permitirme. No puedo sentir atracción, ni amor por nadie, aunque guarde una pequeña esperanza en mi corazón.

—Alina, ven a desayunar— Llama mi madre detrás de la puerta—

—Si, señora—

Termino de arreglar mi cabello, y poner maquillaje sobre mi frente, y me dirijo al comedor. El abuelo lee el periódico y mi madre sostiene un par de papeles que parece ser muy interesantes por su expresión seria. Me siento en mi silla habitual en silencio mientras cojo un poco de fruta.

—Hoy te ves demasiado maquillada. No me gusta— Dice mi mamá sorbiendo un poco de su café— Y ese cabello debería estar en una cola alta—

—Antes de irme lo arreglo— Musito, sintiendo la amargura instalarse en mi garganta haciéndome perder el apetito—

—Tu abuelo me dijo lo que te pasó ayer. ¿Quieres explicar que sucedió exactamente? Creo haber sido muy clara contigo. No tenías permitido salir de la universidad antes—

—Alicia, por favor, estamos desayunando. Déjala en paz—Espeta el abuelo— No quiero tocar ese tema de nuevo. Si ayer te hubieses quedado en casa, entonces sabrías lo que pasó con exactitud. ¿Dónde demonios estuviste? —

—Fui a la empresa. Hay cosas por solucionar. Los abogados están nerviosos por el contrato que firmaste. No sabemos nada de los petroleros, y ya pasó un mes—

—Organiza un viaje a Dubái para la próxima semana. Quiero que lleves Alina contigo—Señala el abuelo mirándome con seriedad—Alicia, encárgate que ese maldito cumpla sus palabras. Ya me harté de sus juegos—

El miedo comienza atorarse en mi estómago, y mi corazón late con fuerza.

—Abuelo no puedo salir de viaje— Digo con la respiración agitada— Mis exámenes comienzan la próxima semana, y no puedo…

—¡No está en discusión, Alina! — Grita interrumpiéndome— Ese contrato depende de ti, y lo sabes. Ya pasó demasiado tiempo. Necesitamos recuperar lo que tu padre nos quitó, o de lo contrario esa gente nos va asesinar. ¿He sido claro? —

—Ella lo sabe, Robert. Solo se hace la tonta— Añade mi madre— Puedes aplazar tus exámenes. Hablaré con el decano de la facultad. No hay ningún problema con eso—

Asiento, cabizbaja intentando controlar las lágrimas.

—Alina, cuando estés con ellos asegúrate de ser amable, respetuosa, y educada. Tu padre nos dejó en una muy mala posición, pero si logras dar una buena impresión, puede que ellos quieran emparentar con nosotros. Ese ha sido siempre nuestra finalidad, y la de ellos también, solo que Darío acabó con nuestras esperanzas cuando se metió con la esposa de mi amigo. No me puedes fallar—

—No me quiero casar con alguien que no conozco— Susurro con voz temblorosa—

El abuelo lanza el periódico sobre la mesa, se levanta, y me mira con frialdad.

—Lo siento, pero debe ser así. Mi familia depende de ello, y no voy a poner en riesgo mi vida ni la de tus hermanos por un capricho—

Lo veo retirarse tan tranquilamente mientras por dentro la tristeza y la desolación inundan mi alma. Mis ojos se encuentran con los de mi madre, e inmediatamente veo el reflejo de satisfacción en ellos. Disfruta de mi desgracia, y no puedo evitar preguntarme. ¿Por qué?

—Ya escuchaste a tu abuelo. No quiero pataletas días antes de viajar—

Sonrío con amargura, y me levanto de la silla con lentitud.

—Mamá. ¿Cómo piensas explicar mi virginidad? —

Ella aprieta la mandíbula con fuerza, sus ojos destilando veneno.

—No se te ocurra, Alina— Gruñe—

—Deberías pensar en ello. No solo tienes que preocuparte porque ya no soy virgen, sino también porque ya no puedo quedar embarazada—

Se levanta de un salto, y grita furiosa.

—¡Maldita puta del demonio! ¡¿Qué es lo que dices?!—

Comienzo a reír en voz alta mientras las lágrimas empañan mi campo de visión. Sé que es una locura enfrentarla, pero ya no tengo nada que perder. Nunca he tenido nada que perder.

—¿Te asusta? — Pregunto entre risa, y llanto—Mi abuelo no sabe que tu hermano me violó, ¿cierto? Él cree que sigo siendo la niña de sus ojos. ¡Imagínate si se entera que durante dos años a su preciosa niña la violaron por el culo hasta doler! —Añado gritando enojada—¡Tuve dos abortos que casi me matan, y me dejaron incapacitada para tener hijos! —

—¡Cállate! —

—No puedo casarme, madre. Ningún hombre va querer por esposa a una mujer que no puede darle hijos, y que además está traumada como yo. ¿Qué crees que va decir aquel señor tan importante? ¿Crees que va permitir que su hijo mayor, heredero de todo su imperio se case conmigo? —

—Tenías que arruinarlo todo. ¡Maldita sea, tenías que arruinarlo todo! —

Vuelvo a reír con fuerza, incrédula. De nuevo yo soy la culpable y no su hermano. Mi risa casi histérica hace que se enfurezca más. Se acerca con rapidez, y me toma por el brazo con fuerza.

—No se te ocurra contarle a nadie de esto, Alina. Puedo matarte si me entero que abriste la boca. Cuando llegue el momento iremos dónde el mejor ginecólogo a que te revisen—

—Oh, madre. Qué gesto tan amable de tu parte— Comento con sarcasmo— Pero pierdes el tiempo. En mi último aborto tuve una grave infección. La empleada me llevó a urgencias en la madrugada porque no pude detener la hemorragia. Estoy viva de milagro, así que ahórrate la preocupación. No puedo quedar embarazada, ni ahora ni después—

Me aprieta el brazo, enterrando muy profundo sus uñas en mi piel, y no puedo evitar gemir ante el dolor.

—Así tenga que gastar todo el dinero del mundo, Alina, pero voy arreglarte— Sisea antes de salir del comedor, furiosa—

Dejo salir una enorme cantidad de aire, mientras mis piernas temblorosas pierden el equilibrio. Caigo de rodillas, llorando de impotencia. La presión en mi pecho hace que mi corazón duela hasta el punto de sentir que se detiene. Grandes sollozos salen de mi cuerpo, y soy superada por la situación. De nuevo caigo en un hueco profundo, esperando que alguien lance una cuerda para salvarme.

Una vez que siento el suave toque en mis brazos, levanto la mirada y con dificultad observo a una de las empleadas ayudando a levantarme del suelo. Me lleva a la cocina, pone un vaso de agua frente a mí, junto con tres pastillas de mi medicación, y luego se va. Me quedo en la cocina hasta que puedo caminar con firmeza hasta mi habitación. Una vez allí, lavo mi rostro y vuelvo aplicar maquillaje. Perdí mi primera clase, y ya voy tarde para la segunda. No tengo auto así que me toca ir con el guardaespaldas.

Cuando llego al auditorio para la clase de anatomía, Samara me ve, frunce el ceño, y se acerca con rapidez, atrayéndome en un abrazo.

—Oh, por dios. ¿Qué te pasó? — Pregunta inspeccionando mi frente—¿Tu mamá te pegó?

—No, esta vez ella no tiene nada que ver—

Suspira aliviada.

—Gracias al cielo. Bueno, habla. Ayer te fuiste de repente, y no contéstate ninguno de mis mensajes. ¿Qué está pasando contigo? —

—Nada, no te preocupes. Estoy bien. Tuve un accidente ayer, y me golpeé la frente cuando el airbag del auto se activó—

Abre los ojos como platos y exclama en voz alta atrayendo la atención del resto de estudiantes.

—¡Tuviste un accidente y no me llamaste! ¡Se supone que soy tu amiga! —

—Samara, por favor baja la voz. Nadie tiene por qué saber del accidente—Respondo con inquietud, observando al resto de compañeros mirarme sorprendidos— No fue nada grave. Es un pequeño golpe—

—No es tan pequeño, Alina. Ni todo el maquillaje del mundo puede ocultar el moretón. Además, parece que estás a punto de vomitar o algo así. Cuéntame que tienes, por favor. Y sé honesta—

Suspiro profundamente, y tomo su mano entre las mías necesitando sentir un poco de apoyo. Ella es la única persona en la que confío plenamente. Cuando nos conocimos en primer semestre me ayudó a integrarme con el resto de compañeros. Siempre demostró ser muy abierta, alegre, y sobre todo honesta. No hay nada que ella no sepa sobre mí.

—Me voy de viaje la otra semana— Murmuro con un nudo en la garganta— El abuelo quiere que me case con el hombre que te comenté—

—¿El que era socio de tu padre? —

Asentí.

—El hijo mayor. Se supone que nos casaríamos en mis dieciocho, pero mi papá se metió con la esposa del señor, y todo el mundo se enteró. Ya conoces el resto de la historia—

—Oh, m****a, Alina— Maldijo en voz baja, sacudiendo su cabeza—Aun me sigue pareciendo absurdo que en este siglo existan personas que obliguen a sus hijas a casarse. En serio tu abuelo quería casarte a los 18 con un tipo de 30. ¡Es horrible! —

Sonreí con tristeza.

—Si no fuera porque todo el tema de la violación y los abortos, estuviese viviendo en Dubái, para salvaguardar el honor, los negocios, el dinero, y el poder de mi familia. Qué gran ironía, ¿no te parece? —

—Si, es una m****a lo que pretenden hacer contigo. ¿Qué vas hacer? no puedes quedarte de manos cruzadas. Tenemos que idear algún plan—

—Quizás encuentre alguien con quien acostarme, eso enloquecería a mi mamá— Comenté soltando una risa amarga—O puedo ir a trabajar en uno de esos bares de mala muerte donde las mujeres se desnudan—

Samara me mira con ojos acusadores, y sé que metí la pata.

—No es gracioso para nada, Alina— Dice con seriedad— No me gusta que te burles de los horrores de tu situación. Nadie en este mundo debe pasar por lo que tú, y mucho menos con alguien de la familia—

—Discúlpame, olvidé cuanto te afecta. Pasó hace mucho Samara, ya deberías superarlo—

—¡Obvio que no! — Exclama indignada, luego me da un abrazo y susurra en mi oído—Tu tío tarde o temprano va a pagar por lo que te hizo, y yo voy a estar allí para patear sus bolas con mis botas de diseñador—

Pasamos el resto del día ocupadas con las clases. Estamos a final de semestre y con los exámenes tenemos muchas cosas que hacer. Nos quedamos en la biblioteca estudiando hasta que se hicieron las cinco de la tarde. Fabricio nos invitó a comer en un restaurante cerca, y caminamos hasta allí, mientras charlábamos cómodamente.

Ya en el restaurante, Samara comienza a vernos con una expresión ansiosa.

—Oigan, en tres semanas asignan los turnos en la clínica. No vamos a vernos mucho, pero prometan que no van a desaparecer. Tengo nervios, no sé que tan neurótico va ser mi jefe—Dice Samara

—Quiero hacer mis turnos en la clínica Santafé. Allí están los mejores cardiólogos—

—Fabricio, tu familia tiene muy buenos contactos. Tu padre puede intervenir—

Pone los ojos en blanco, y resopla.

—Mi papá dice que tengo que ganarlo por mis propios medios. Él no hacer nada para ayudar, Alina—

Rio, divertida.

—Bueno, mira el lado positivo. Así puedes demostrarle que vas camino a convertirte en un excelente médico—

Fabricio hace una mueca bastante chistosa, y Samara y yo nos reímos en voz alta. Estaba a punto de beber un poco de mi jugo de naranja, cuando el caos estalló alrededor. El estruendo de cosas cayendo sobre nosotros hizo que todo el mundo comenzara a gritar. Miré con horror cuatro hombres enfundados con tapabocas y capuchas disparando a varios comensales. Halé a Samara debajo de la mesa, y cuando quise tomar la mano de Fabricio, cayó a mi lado, herido.

—¡Oh por dios, Fabricio! — Grita Samara en medio del ruido — ¡No te mueras! ¡No te mueras! —

La sangre sale a borbotones de su pecho mientras sus ojos me miran con dolor. Me acerco con rapidez, y presiono con fuerza la herida, intentando detener la hemorragia. 

—Está sangrando mucho— Murmuro con la respiración rápida— ¡Samara busca algo con que pueda presionar la herida! —

—¡Mierda, m****a! —Exclama ella con la mirada perdida— Nos van a matar, Alina. ¡Ellos tienen armas! ¡Vienen para acá! —

—¡Samara, reacciona! — Grito—¡Necesito algo para detener la hemorragia! Hala aquel mantel con mucho cuidado que ellos no te vean, por favor, Samara. ¡Ya no siento su pulso!

Aturdida, Samara gatea hacia la mesa continua, y antes de poder tomar el mantel, uno de los tipos se acerca arrastrándola del pelo.

—¡No! ¡Suéltame! ¡Suéltame! —

—Cállate, puta— Gruñe él— ¿Dónde está la nieta de Robert Valencia? ¿Acaso eres tú, bonita? —

Al escuchar el nombre de mi abuelo, me congelo. Parpadeo con lentitud, sintiendo el calor de la sangre de Fabricio cubrir mis manos.

—Por favor, no me maten— Llora Samara—Yo no sé quién es él—

Fabricio tose con dificultad, su aliento cortándose. Dejo salir un sollozo observando la vida de mi amigo irse entre mis manos.

—Por favor, llame a una ambulancia— Murmuro entre lágrimas— Yo soy Alina Valencia. Puede llevarme, pero déjeme salvarlo. Puedo salvarlo, solo necesito detener la hemorragia. Por favor—

—¡Alina, no digas nada! —Dice Samara en voz alta, y muerde con fuerza el antebrazo del hombre, lo que hace que este la arroje con fuerza contra una de las mesas—

—¡Maldita mujer! ¡Hoy te mueres, perra! — Contesta apuntado el arma directamente sobre ella—

Me levanto de un salto, interponiéndome entre él y Samara.

—No la mates, por favor. Iré contigo— Suplico desesperada— Iré sin decir nada, lo prometo—

—Alina, no— Murmura Samara con voz ahogada— No vayas con ellos. Te van a lastimar—

Vuelvo la mirada hacia ella, e intento sonreír.

—Voy a estar bien. Fabricio te necesita. No puedes dejarlo morir, Samara. Llama a la ambulancia, por favor. Te veo luego, ¿sí? —

Me sonríe con tristeza, y asiente. Antes de poder asimilar la situación, el hombre encapuchado me toma del brazo llevándome a la salida con el resto de sus compañeros. Con brusquedad, soy lanzada hacia la parte trasera de una camioneta negra. Una bolsa negra cubre de inmediato mi rostro, y siento un leve pinchazo en mi brazo derecho.

—Dulces sueños, señorita Valencia— Susurra alguien a mi lado, antes de perder el conocimiento—

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