No era una tarde cualquiera.
No por el clima, ni por la ciudad, sino por lo que acababa de suceder.
Jacob aún tenía el corazón agitado tras descubrir que sus frenos habían sido saboteados, y por dentro, una sombra de desconcierto no terminaba de irse.
"¿Quién haría algo así? ¿Por qué ahora?", pensó, mientras una extraña sensación de vulnerabilidad le recorría la espalda.
No estaba acostumbrado a sentirse en peligro real, y menos aún a depender de alguien para sobrevivir.
El miedo era nuevo, pero no paralizante; lo mantenía alerta, con los sentidos encendidos y Valery… Valery lo observaba como si lo hubiera traído de vuelta de la muerte.
Aún con el leve ardor en su piel por haber caminado bajo la luz diurna, sonreía con una dulzura que contrastaba con la tormenta interna que aún vibraba en sus venas.
Su respiración era tranquila, pero sus pensamientos bullían.
Una parte de ella deseaba envolverlo en sus brazos y no soltarlo jamás, otra, más antigua y salvaje, luchaba por no clavar sus c