Mundo ficciónIniciar sesiónEl resto del viaje fue tan entretenido como agotador. El paisaje parecía transformarse a cada paso: las montañas nevadas se alzaban como guardianes imponentes en la distancia, los ríos brillaban como cintas de plata que serpenteaban entre los valles, y los árboles, cargados de escarcha, se mecían suavemente bajo el soplo helado del viento.
Las horas se deshicieron sin que lo notáramos, y cuando el sol finalmente se hundió en el horizonte, el cielo se tiñó de un azul profundo tachonado de estrellas. Nuestro destino era un palacio, no tan majestuoso como la residencia principal de la emperatriz, pero lo bastante imponente para dejar sin aliento. Sus muros de piedra oscura reflejaban la luz de la luna con un resplandor pálido y misterioso.La arquitectura, refinada y elegante, parecía concebida más para la contemplación que para la defensa. Sobrio en sus colores, pero sofisticado hasta en los más mínimos detalles, aquel lugar parecía un refugio perfec






