—Es… complicado de explicar —susurró finalmente, tras un largo silencio. Su voz temblaba al igual que sus dedos—. Como sabes, mi madre… no ha estado bien estos últimos meses. Y ahora… es más que una preocupación pasajera. Su salud está grave. A estas alturas… es solo cuestión de dinero. Cada día gastamos más en medicamentos.

—Ahora… imagina tener que enfrentar todo esto y… además, saber que estoy esperando un hijo —sus palabras se quebraron, ahogadas en lágrimas, mientras su pecho subía y bajaba con angustia—. ¿Cómo voy a cuidar de un bebé en estas circunstancias? ¿Cómo voy a traer una nueva vida al mundo cuando la mujer que me dio la mía se está muriendo…?

Mis ojos se humedecieron también, pero me obligué a mantenerme firme por ella.

Todo cobraba sentido: sus desapariciones, sus cambios de humor, esos momentos en los que parecía perdida en otro mundo. Tal vez era por los malestares del embarazo, por el miedo qu