—Señorita… —murmura Catherine, apenas audible.
Sus ojos evitan los míos. La otra sirvienta mantiene la cabeza gacha, como si esperara que la tierra la tragara en cualquier momento.
No doy lugar a más disimulos.
—Te estaba buscando. Ven conmigo. Tenemos que hablar —digo con firmeza, girándome y comenzando a caminar hacia mi habitación.
No miro atrás.
Sé que me seguirá.
Ya en mis aposentos, me siento en la cama y espero en silencio a que Catherine cierre la puerta tras de sí. Lo hace con cautela, como si hasta el más mínimo ruido pudiera delatar nuestra conversación. Cuando finalmente se vuelve hacia mí, su rostro está pálido, y sus manos tiemblan levemente.
Respiro hondo antes de hablar. H