HIJA DEL SILENCIO. La heredera inesperada del magnate.

HIJA DEL SILENCIO. La heredera inesperada del magnate.ES

Romántica
Jeda Clavo  Recién actualizado
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Resumen
Índice

No es fácil ser una madre soltera, especialmente cuando no tienes ni una moneda en tu bolsillo. Amelia Delgado nunca pensó que algún día la echarían de su casa por estar fuera del matrimonio, mucho menos que por la pobreza se convertiría en una dama de compañía y tendría que dejar a su hija recién nacido en la puerta de un orfanato. Pero esto no significaba que había renunciado a su propia hija. Trabajó duro todos los días y ahorró, con la esperanza de tener suficiente dinero para llevarse a su hija salir y comenzar una nueva vida. Amelia iba al orfanato a visitar a su hija cada vez que tenía tiempo. Aunque luego descubrió que su pequeña nació sordomuda, ella seguía siendo su ángel. Hasta que un día, un hombre se llevó a su hija y la adoptó, y peor, ese hombre no es cualquiera, sino el poderoso magnate Alejandro Valente. ——¡Ella es mi hija! ——No, ella es mía. Y tú, no mereces ser su madre, o decir, ¡ una madre! ——¡No tienes derecho a contar eso! ——Lo tengo, ay, olvido contártelo, lo tengo porque ¡Soy su padre biológico!

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A Gtz
Que tal esta vieja pendeja, Waleska es una arpía y va a mentir para tener dinero pero espero que Sergio la hache y Alexandre los ponga en su lugar aunque sea un niño es muy inteligente y maduro, Sergio es un tarado, la Marina solo complica todo vieja mensa
2024-10-14 16:04:42
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Mari Alvia
solo espero que cuando Sergio vea eso reaccione antes de hacerle daño al niño
2024-10-14 10:58:17
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Mari Alvia
entonces van a quitarle al niño a la única madre que ha conocido eso no es justo
2024-10-14 10:57:51
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Mari Alvia
ahora de paso que Sergio la tiene amenazada la vieja marina va a buscar a la Waleska una que abandonó a su hijo como si nada
2024-10-14 10:57:16
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Mari Alvia
pero tantas mentiras siempre tienen consecuencias
2024-10-14 10:56:19
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Mari Alvia
me da mucha tristeza con Naomi ella creyó estar haciendo lo correcto para conocer bien al padre de su hijo
2024-10-14 10:56:03
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Lisbeth Janeth
Desgraciada le va sacar dienro a Sergio y esto no es justo
2024-10-14 07:09:39
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Lisbeth Janeth
Sergio si le crees a esa diabla infeliz estás estúpido pora es se va hacer la dolida
2024-10-14 07:09:24
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Lisbeth Janeth
Hay Dios solo Falta que Sergio si le crea a esta víbora
2024-10-14 07:08:49
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Oneyda Canaca
espero que Sergio si sea inteligente y no le valla a creer nada a la arpía de Waleska
2024-10-14 07:08:42
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Oneyda Canaca
desde ya odio a Marina, y la otra bruja de Waleska
2024-10-14 07:08:15
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Lisbeth Janeth
T Eata jodifo si todas a Naomi El Niño bo te va perdonar
2024-10-14 06:57:27
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Lisbeth Janeth
Uy Sergio hablo el heredero que harás Jaa
2024-10-14 06:56:57
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Lisbeth Janeth
Pobre este peque a su corta edad y ya metido en tremendo lío
2024-10-14 06:56:39
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Lisbeth Janeth
Sergio solo espero que no seas un Ogro con Naomi porq tu tmsbien no estás en condiciones de hacerte el santo desde el Principio renegaste del Niño
2024-10-14 06:45:38
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Capítulo 1. Un sacrificio por amor.
La lluvia azotaba las calles con salvaje indiferencia, cada gota como un recordatorio crudo de la realidad de Amelia. En su andar apresurado por el parque aquel día, una chica se había tropezado con ella bajo el implacable aguacero y, movida por un arranque de caridad o culpa, quien sabe, la llevó a lo que ahora llamaba hogar. —No puedes quedarte a la intemperie… yo no es que tenga mucho, pero por lo menos estarás seca —le dijo la chica—, soy Nubia. Y así comenzó esa amistad, la llevó a Brownsville, el sitio más peligroso y pobre de Nueva York, a una habitación sofocante de paredes que parecían cerrarse sobre sí mismas, de 4X4 metros, allí en el corazón del vecindario más temido. El hacinamiento era palpable, con cuerpos y alientos mezclándose en el confinamiento nocturno. Amelia, antaño princesa de los Wallace, relegada al rincón en una silla reclinable, la cama de la desdicha. Pero era el único lugar donde podía estar. Así pasó noches de insomnio, de llantos, entre susurros y tos
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Capítulo 2. La pesadilla.
Amelia no podía apartar la vista mientras se llevaban a su bebé. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, y los recuerdos del pasado golpeaban su mente como una tormenta.Recordó aquel día cuando todo se desmoronó. Su padre la dejó en la entrada del club donde se celebraba la fiesta de graduación.—Cuando estés lista, llámame para ir por ti —dijo antes de marcharse.Al entrar, Amelia sintió que todas las miradas se volvían hacia ella. Escuchó susurros, una mezcla de admiración y envidia. Se abrió paso entre la multitud hasta llegar a su mesa.Manuela Sarmiento la recibió con una sonrisa que no llegó a sus ojos, pero Amelia no lo notó. Pensaba que eran amigas, aunque la mirada de Manuela escondía celos y rabia hacia ella.La muchacha, fingiendo agrado, le ofreció un vaso con un líquido ámbar. Amelia lo miró con desconfianza, lo pensó por un momento y negó con la cabeza, porque prácticamente había ido sola, y no le pareció maduro de su parte tomar y no saber lo que pudiera ser de ella.—Lo
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Capítulo 3. Un hombre reacio a hacer promesas.
Años despuésLa luz del sol, se filtró por las ventanas de cristal del imponente rascacielos, bañando la sala de juntas con un tono dorado que parecía reverenciar la figura de Alejandro Valente. Sentado en el extremo de la mesa larga y pulida, con su postura erguida y la mirada penetrante clavada en los gráficos y números que se proyectaban, dominaba la reunión sin necesidad de mayor esfuerzo, es que su sola presencia era sinónimo de autoridad y control. Sus dedos tamborilearon ligeramente sobre la madera, de forma impaciente, cada golpecito un eco de su mente analítica, desglosando estrategias y predicciones. Los asistentes, cautivos de su aura de poder, seguían cada palabra, cada pausa deliberada con atención reverencial. Alejandro, siempre inmerso en cifras y ambiciones, no permitía que nada perturbara su concentración. Pero entonces, un sonido discreto, pero insistente rompió el silencio del momento, su teléfono vibró sobre la mesa. El movimiento era mínimo, casi imperceptib
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Capítulo 4: Contrarreloj.
El eco de risas y conversaciones quedó atrás cuando Amelia cruzó el umbral de la mansión, pero ya el tiempo se había vencido, no había tiempo para despedidas elaboradas; cada segundo le pesaba como una promesa pendiente.Ya pasaban de las tres de la tarde, y ella necesitaba liberarse de esa farsa de almuerzo lo más pronto posible.Solo esperaba que esos fueran sus últimos trabajos como dama de compañía, porque en dos semanas era su graduación como Ingeniera en redes, y esperaba encontrar un buen empleo.Aunque había ahorrado lo suficiente, para poder reclamar a su pequeña, quería tener estabilidad económica, para no pasar por la miseria que le tocó antes.Se despidió del empresario con un leve asentimiento de cabeza.—Ha sido una experiencia encantadora, —dijo ella al hombre con una sonrisa educada que apenas tocaba sus ojos, esos espejos de alma donde danzaba una ansiedad apenas contenida. —Pero debo irme ahora.—Por supuesto, Amelia. Gracias por... simplificar las cosas, si llegas a
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Capítulo 5: Enfrentamiento.
Un silencio sepulcral cayó sobre la oficina. La directora, con los ojos abiertos de par en par, se quedó paralizada por unos instantes, procesando la revelación que acababa de escuchar. Amelia, por su parte, sentía que el peso del mundo se había levantado de sus hombros, pero al mismo tiempo, el miedo y la incertidumbre la invadían.—¿Qué ha dicho? —preguntó la directora, su voz ahora más un susurro incrédulo que el tono autoritario de antes.Amelia, con lágrimas corriendo por sus mejillas, tomó una respiración profunda antes de continuar.—Soy la madre biológica de Anaís —confesó, su voz temblando pero firme—. La dejé aquí hace cuatro años, cuando tenía un día de nacida. No tenía otra opción en ese momento, no tenía dinero para mantener. Pero me mantuve siendo voluntaria aquí para estar cerca de ella, y ahora que mi condición ha cambiado, la quiero de vuelta. La directora se dejó caer en su silla, visiblemente conmocionada. Su mirada se suavizó, pero la preocupación aún arrugaba su
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Capítulo 6: Promesas al viento.
Alejandro sintió que el aire se le escapaba de los pulmones. Sus ojos se entrecerraron, estudiando a la mujer frente a él con una mezcla de incredulidad y creciente ira. —¿Su hija? —repitió, su voz cargada de desprecio—. ¿Se atreve a llamarla su hija después de abandonarla? Amelia dio un paso adelante, su postura desafiante a pesar del temblor en sus manos. —Yo no la abandoné —declaró, su voz quebrada. Alejandro soltó una risa amarga, su rostro una máscara de desdén. —¿En serio? ¿Entonces dime cómo es que estaba desde recién nacida en ese orfanato, hasta que yo la adopté? No vengas a querer dártela de madre abnegada, conozco las de tu clase. ¡No eres digna de ser una madre para ella! Amelia palideció ante sus palabras, pero se mantuvo firme. —¡Cállese! Y no digas tonterías, usted, no sabe nada sobre mí ni sobre las circunstancias que hicieron que me alejara de ella. ¡No es quién para juzgarme! Ahora estoy en condiciones de tenerla y me la voy a llevar —siseó molesta. Alejandro
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Capítulo 7: Trapos sucios.
Alejandro se giró bruscamente, dándole la espalda a Anaís. Sus puños se cerraron con fuerza, luchando contra el impulso de ceder ante la niña. No podía permitirse mostrar debilidad, no ahora que había llegado tan lejos, además, si lo hacía, perdería el respeto frente a todos.—Señorita Lucrecia —llamó con voz tensa a la niñera que esperaba en el umbral de la puerta—. Lleve a Anaís a su habitación. Respecto a no querer comer. No creo que ella cumpla con su amenaza, seguramente cuando le de hambre comerá.Mientras la niñera se llevaba a una Anaís silenciosa, pero decidida, Alejandro se acercó al ventanal de su despacho.Observó cómo se extendía el extenso bosque, se pasó la mano por la cabeza con impotencia. Había decidido adoptar por dos razones, primero, porque era una condición impuesta por su abuelo para dejarle el control de la empresa.Aunque este había querido que fuera un hijo biológico, pero ante la ambigüedad de su petición, él aprovechó y no dudó en adoptar, por eso a su abue
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Capítulo 8: Una propuesta inesperada.
Alejandro volvió a entrar en la oficina, su expresión ahora era una máscara de confianza y determinación. Foster lo miró expectante, percibiendo el cambio en su cliente y amigo. —Parece que tenemos nueva información —comentó el hombre arqueando una ceja.—Así es, se trata de la señorita Delgado —anunció con un tono que mezclaba satisfacción y desdén—. Parece que nuestra querida Amelia no es tan inocente como pretende ser y ha estado llevando una vida... poco convencional —respondió Alejandro, saboreando cada palabra—. Trabaja como dama de compañía en uno de mis clubes. Imagina cómo se vería eso ante un juez cuando intente reclamar la custodia de Anaís.Se sentó en su silla, inclinándose hacia adelante con los codos sobre el escritorio. —Una madre ejemplar sin dudas —reveló con sarcasmo, saboreando cada palabra.Foster asintió lentamente, comprendiendo las implicaciones. —Por supuesto que eso podría ser muy útil y si el caso llega a los tribunales —dijo el abogado—. Pudiéramos cuest
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Capítulo 9: Sombras de desdén.
El último suspiro de la conversación telefónica aún seguía latente en el aire cuando Amelia presionó el botón para colgar. Cerró los ojos con fuerza, un gesto que pretendía contener las lágrimas rebeldes y ahogar el grito de frustración que amenazaba con escaparse de su garganta. Había llegado a ese punto, otra vez, la encrucijada familiar entre la necesidad y la dignidad. Necesitaba más dinero.Los recuerdos de una vida pasada, una donde los aplausos y las medallas de oro resonaban en lugar de la miseria y las lágrimas de tristeza, le asaltaron de pronto, implacables. A pesar de tiempo, aún sentía el abandono, las miradas de decepción de su familia, que se seguían clavando en su corazón como afiladas puñaladas y que aunque había aprendido a soportar, nunca dejaban de dolerle. Amelia Delgado Vega, quien una vez fue la princesita mimada, la atleta estrella, ahora era una paria, una mujer que debía vender compañía para poder vivir y recuperar a su hija. No pudo evitar que las lágrima
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Capítulo 10: Furia desafiante.
Alejandro sintió apretó los dientes tratando de controlar su ira. Sus ojos se incendiaron con una furia abrasadora, del tipo que sólo puede provocar una afrenta a algo preciado.Al ver su expresión, Lisya palideció, desvaneciendo su sonrisa burlona y temiendo lo que pudiera ocurrir a continuación.—Querida prima — dijo con una voz suave, aunque cargada de amenaza, —te sugiero que cuides tus palabras. Anaís es mi hija en todos los sentidos que importan, y no toleraré que nadie la insulte, y menos los miembros de mi familia.Con pasos deliberados, acortó la distancia que lo separaba de su prima Lisya hasta que se detuvo frente a ella. Con un rápido movimiento, sus manos se alzaron y le agarraron por el mentón, apretándola con fuerza, clavando sus dedos en su carne, provocando una mueca de dolor en sus labios.—Que sea la última vez que te expreses de esa manera de mi hija, Lisya —gruñó Alejandro entre dientes apretados, con la voz baja, aunque cargada de rabia. La amenaza silenciosa
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