Capítulo 34: Una Mañana Distante.
El primer rayo de sol se coló por las rendijas de las cortinas, pintando la habitación de Amelia con un tenue resplandor.
Ella yacía recostada en la cama, la almohada hundida bajo su cabeza, sus ojos fijos en un punto indeterminado del techo. La noche anterior, el eco del beso y la intensidad de las emociones la habían mantenido en vilo. La confusión era un velo que lo cubría todo.
La puerta se abrió suavemente y Noah entró. Llevaba su impecable traje de negocios, la habitual armadura de su día a día.
Sus ojos se encontraron con los de ella solo por un instante, y Amelia notó la frialdad calculada en su saludo, un intento obvio de restablecer la distancia entre ellos.
El recuerdo del roce de sus labios la noche anterior era claro en el aire, una tensión silenciosa que él parecía querer ignorar.
—Amelia, buen día —dijo, su voz plana, desprovista de la cercanía de la noche anterior. Se acercó a la mesita de noche y dejó unos folletos—. Aquí hallé tres lugares donde podrás estudiar para