Capítulo 48. Intromisión.
Los días en el hospital transcurrieron en una tensa calma para Amelia. El goteo funcionaba, las contracciones habían cedido, pero la amenaza de un parto prematuro seguía siendo una sombra persistente. El reposo absoluto era su nueva realidad.
Noah era su constante, una presencia sólida y reconfortante. Pasaba la mayor parte del tiempo a su lado, trabajando desde su laptop, hablando en voz baja o simplemente sosteniendo su mano.
La intimidad forzada de la habitación del hospital, lejos de debilitarlos, los unía aún más.
—¿Estás aburrida? —preguntó Noah una tarde, observándola mientras hojeaba una revista con desinterés.
Amelia suspiró. —Un poco. Echo de menos las flores. Y el aire fresco, y… caminar.
Noah sonrió tiernamente, su pulgar acariciando su mejilla.
—No será por mucho tiempo. Nuestros pequeños lo valen. ¿Has notado cómo se mueven más ahora?
La mención de los bebés iluminó el rostro de Amelia.
—Sí. Es increíble. A veces siento que bailan una samba ahí dentro.
Él rió, un sonido