Capítulo 56. Ecos.
La promesa de una nueva mansión había traído una calma superficial a la relación con Noah, una especie de tregua silenciosa mientras él se dedicaba a las propiedades en venta por toda Boston.
Amelia lo acompañaba, observando cada gesto, cada palabra, buscando señales de que su juramento de "nuevo comienzo" fuera genuino.
Sin embargo, su instinto le gritaba que el fantasma de Sarah no se quedaría en la casa que dejarían, sino que se mudaría en la mente de Noah, y quizás, de la mano de alguna de sus pertenencias.
Un mediodía, mientras Noah estaba sumergido en una videollamada de negocios en su estudio, Amelia aprovechó la oportunidad. Había notado una caja de madera antigua, con un cierre labrado, que Noah siempre mantenía en un rincón apartado de su armario. Nunca la tocaba, pero tampoco la desechaba.
La curiosidad, avivada por las palabras de Enzo y Erika, se convirtió en una necesidad. Con las manos temblorosas, la abrió. Dentro, entre papeles amarillentos y algunas cartas atadas con