En un país donde la nieve nunca deja de caer, Alexander Frost, un multimillonario de renombre y el hombre más influyente de la región, enfrenta una presión inusual: debe encontrar una pareja adecuada antes de fin de año para asegurar un acuerdo empresarial crucial que consolidará su imperio. Alexander, acostumbrado a controlar cada aspecto de su vida, no esperaba que su destino cambiara en vísperas de Navidad. Durante una visita a la pista de hielo más famosa de la ciudad, un desafortunado choque lo lleva a caer al suelo junto a una joven misteriosa. Los dos, enredados y cubiertos de nieve, se miran fijamente, incapaces de apartar la vista. Ella, con un encanto natural y una sonrisa desarmante, despierta algo en Alexander que no había sentido en años. Sin embargo, lo que comienza como un encuentro casual pronto se convierte en un conflicto inesperado. Tiempo después, Alexander descubre que ella no es una mujer cualquiera: se trata de Celeste Arden, la hija menor del hombre que ha sido su rival de toda la vida. Dividido entre sus sentimientos nacientes y su lealtad a su familia, Alexander deberá decidir si arriesgarlo todo por un amor imposible o seguir las reglas que siempre lo han guiado. Con la magia de la Navidad envolviéndolos, el frío del invierno y los secretos familiares amenazando con separarlos, ¿podrá Alexander derribar las barreras del pasado para escribir una nueva historia con Celeste?
Leer másLos centinelas del rey Salim no iban a dejar ir a Sonya tan fácilmente, y él, Kael, estaba decidido a evitarlo a toda costa.Detrás de él, su sirviente Luke, fiel y atento como siempre, caminaba en silencio, observando a su príncipe con la misma preocupación que siempre había llevado. Pero Kael sabía que no podía permitirse tener a su amigo a su lado en ese momento. Si alguien tenía que arriesgarse, tenía que ser él solo.Sin mediar palabra, Kael se detuvo en medio del pasillo, mirando de frente a Luke. Un silencio tenso se apoderó de la escena. Ambos sabían que algo muy peligroso estaba por desatarse, y Kael no iba a dejar que Luke se metiera en algo que no podía controlar.—Luke —dijo Kael, su voz grave —No quiero que te involucres más en esto. Quédate atrás.Luke lo miró con incredulidad. Siempre había estado al lado de Kael en cada batalla, cada misión, pero el príncipe no parecía dispuesto a compartir la carga esta vez.—Mi príncipe, no te haré frente solo —respondió Luke, su voz
Un torrente de ira lo invadió como una ola furiosa. Sonya. ¿Qué derecho tenía el rey Salim para decidir sobre ella, sobre su vida? Sus ojos se llenaron de oscuridad mientras apretaba con fuerza la empuñadura de su espada, casi como si quisiera destrozarla.—¡¿Qué?! —gruñó, su voz llena de rabia contenida. Luke dio un paso atrás, temeroso de la explosión de ira que podía surgir en cualquier momento.—Han ido a por ella. La orden fue clara, mi príncipe. Se la llevan al calabozo.Kael cerró los ojos con fuerza, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. Sabía que el rey Salim había manipulado las cosas de alguna manera, que lo había puesto en una posición que no le dejaba otra opción, pero la idea de ver a Sonya desterrada, humillada… No podía permitirlo.—¡No! —dijo en voz baja, sus palabras como un gruñido de furia. Se giró rápidamente, mirando a los guardias que aún lo rodeaban. El sudor caía de su rostro, pero la determinación reemplazó la furia momentánea. Tomó aire profundamente, un c
El eco de los pasos resonaba a su alrededor mientras sus manos, aún temblorosas por la humillación sufrida a manos de Kael, se cerraban en puños. El dolor la consumía por dentro como un veneno ardiente.El hombre al que había amado con un fervor oculto durante años, el hombre por el que había esperado pacientemente desde que pisó el palacio, la había echado sin el más mínimo respeto, como si no fuera nada más que un estorbo. Y todo por culpa de ella… de esa mujer indigna que no solo le había robado el corazón, sino que ahora se había convertido en una sombra en su vida.Pero Nizarah no era una mujer cualquiera. No era alguien que se dejara pisotear sin tomar represalias. Si Kael la despreciaba, si él se atrevía a proteger a esa plebeya, entonces ella haría lo que debía hacer. Lo destruiría todo.Era momento de jugar su mejor carta.Cuando llegó a las cámaras del rey Salim, ordenó a los guardias que la anunciaran de inmediato. Sabía que su esposo no solía recibir visitas a estas horas
No era solo una mujer despechada, no era solo la sombra de un amor no correspondido… era la tercera concubina del rey Salim, y con eso bastaba para imponer su presencia.Sonya jadeó, tratando de recuperar el aliento, su cuerpo aún tembloroso por la lucha contra Kael. Sus ojos se encontraron con los de Nizarah, y en ellos vio exactamente lo que temía, victoria y veneno.—¿Interrumpí algo? —preguntó Nizarah con una sonrisa cruel, aunque sus ojos ardían con algo más oscuro.Kael se pasó una mano por el rostro, como si intentara contener su irritación. Lo último que quería era que ella estuviera aquí.—¿Qué demonios haces aquí? —espetó con dureza, girándose hacia ella.Nizarah entrecerró los ojos, avanzando con paso elegante hasta quedar entre ellos. Se dirigió a Kael con una voz tan melosa como venenosa.—Lo que una mujer con mi posición debe hacer, evitar que un príncipe cometa un error que pueda costarle caro.Sonya sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía lo que Nizarah estaba
Su corazón estaba cegado por la ira. Por los celos. Por el dolor insoportable que lo carcomía desde hacía años.—¿Suplicas ahora? —Kael dejó escapar una risa amarga mientras la tomaba del mentón, obligándola a mirarlo —¿Dónde quedó tu orgullo, Sonya?Ella intentó apartar su rostro, pero sus dedos se clavaron en su piel con una fuerza que la hizo estremecerse.—Kael… te lo ruego.El peso de esas palabras le quemó la lengua, pero por su hija haría cualquier cosa.Sin embargo, él solo vio en sus súplicas un eco de su propio sufrimiento.Cuántas veces él había suplicado por ella en el pasado.Cuántas noches la había odiado por haberlo abandonado.Cuántos años había deseado olvidarla… solo para descubrir que jamás pudo hacerlo.La ira y el deseo se mezclaron en su interior, consumiéndolo como llamas incontrolables.Y sin pensarlo más, se inclinó sobre ella y la besó.No fue un beso dulce, ni desesperado. Fue un castigo.Su boca reclamó la de ella con furia, como si al probarla de nuevo pud
Ambos sabían que ninguno estaba dispuesto a ceder.Kael observaba a Sonya como si fuera una traidora, como si la mujer que una vez había amado con devoción se hubiera convertido en la peor de las mentirosas. La rabia ardía en su pecho como brasas encendidas, alimentadas por las palabras que Nizarah había susurrado en su oído."Esa niña no es más que la prueba de su traición… ¿Acaso no lo ves, Kael? Mientras te juraba amor, mientras te miraba a los ojos como si fueras el único hombre en su mundo, ella ya llevaba en su vientre al hijo de otro."Las palabras le corroían la mente. Le habían mostrado una verdad que ahora lo hacía odiarla tanto como la había amado.Sonya estaba de pie frente a él, aún con la marca de sus ataduras en la muñeca, la respiración agitada y la confusión reflejada en su rostro. No entendía la razón del odio que ardía en los ojos de Kael.—¿Qué es lo que te han dicho? —susurró, con una mezcla de temor y determinación.Kael rió, una risa áspera y sin rastro de humor
La misión había sido un éxito, pero algo dentro de él no podía sacudirse la sensación de que había algo más entre ellos, algo que no se podía borrar simplemente con una victoria. ¿Qué quedaba para ellos dos después de todo esto?El guerrero que había intervenido se inclinó ante Alexander, respetuoso pero también con la mirada fija en su líder.—La hemos capturado, mi señor. Ahora, ¿qué haremos con ella? —preguntó con voz baja, casi cautelosa.Alexander miró a Celeste, tirada en el suelo, y suspiró. No había una respuesta sencilla. No había victoria completa en esta guerra. Todo lo que quedaba era seguir adelante. Pero algo en el fondo de su corazón le decía que esta historia no iba a terminar de la manera en que él esperaba.El suave resplandor de las lámparas de aceite iluminaba tenuemente la habitación, proyectando sombras temblorosas en las paredes de piedra. Un aroma a incienso y especias flotaba en el aire, envolviendo el ambiente en un perfume embriagador que solo añadía a la se
Se llevó una mano a la herida en su pierna, maldiciendo en voz baja mientras intentaba calmar el dolor que lo recorría.Celeste no respondió de inmediato. Su respiración era rápida, pero su mirada era fija y desafiante. En su corazón había una mezcla de emociones contradictorias: miedo, rabia, y una necesidad de demostrar que no iba a ser una víctima más, ni de él ni del desierto.—No confiaré en ti. No lo haré nunca. —dijo con voz temblorosa pero firme. Cada palabra era un desafío lanzado al hombre que ahora estaba herido, que no se esperaba esa traición de ella.Alexander la observó por un largo momento, la herida en su pierna sangrando lentamente. La furia en sus ojos se apagó un poco, reemplazada por una especie de reconocimiento. Sabía que ella tenía razón en desconfiar de él, y aunque la herida le doliera, sentía una extraña admiración por la mujer que había tenido el coraje de atacarlo, aún cuando estaba a su merced.Se quedó en silencio por un instante, antes de decir, con un
El miedo se apoderó de ella mientras sentía cómo la arena la cubría, la presión aumentando con cada segundo. Intentó mover los brazos, desesperada, pero la fuerza de la tierra era demasiado, y la idea de ser tragada viva por el desierto la paralizó.Sin embargo, justo cuando pensaba que todo estaba perdido, una cuerda pesada se lanzó hacia ella. Alexander, con su mirada fija y la respiración controlada, había llegado justo a tiempo. Su látigo, utilizado muchas veces en batallas, salió disparado con la precisión de un experto, rodeando la cintura de Celeste antes de que pudiera caer más profundamente en la arena.—¡Agárrate! —gritó Alexander, su voz clara y urgente.En un movimiento rápido, Alexander tiró de la cuerda, y Celeste, con el estómago retorcido por el miedo, sintió cómo la fuerza de la cuerda la sacaba de la trampa mortal del desierto. El látigo se tensó mientras la arena seguía cayendo alrededor de ellos, y con un último esfuerzo, Celeste fue levantada, su cuerpo sacado del