El cielo de París luce gris aquella tarde, con nubes cargadas que amenazan con una lluvia fina. Giorgia regresa de una reunión en la sede central de las empresas Hill, caminando con paso sereno por una de las avenidas más concurridas. Lleva un abrigo claro que cubre su creciente vientre y una bufanda azul atada con descuido alrededor del cuello. Su cabello se mueve suavemente con el viento y, a pesar de las ojeras que todavía arrastra, sus ojos brillan con esa mezcla de determinación y nostalgia que la ha acompañado en estos meses.
Nunca pensó que lograría acostumbrarse a vivir lejos de Nueva York, pero París le ha dado el aire fresco que necesitaba. Aquí puede caminar sin ser señalada, puede dedicarse a su trabajo con libertad, puede esperar a su bebé sin sentir la presión constante del apellido Lerner. Ha construido una nueva vida y, aunque aún duele, ha aprendido a sonreír de nuevo.
Mientras camina, su teléfono vibra con un mensaje de Emily diciéndole que la extraña. Giorgia so