Gabriele no podía permitir que todo lo que había vivido se desmoronara por completo sin luchar. Pensó que no podía vivir sin Luciano, que había entregado su corazón, su cuerpo, su alma, y ahora no podía aceptar que todo se deshiciera así, de la nada. Cada parte de él sentía que no tenía sentido seguir adelante sin Luciano, como si su vida dependiera de esa conexión. Lo había dado todo, y ahora estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para no perderlo.
—Luciano, sé que cometí un error. Un gran error, y te fallé de una manera que nunca debí hacerlo, me arrepiento. Pero… —dudó por un momento, su mirada fija en la de él,— pero eso no significa que ahora tengas que alejarme de tu vida.
Luciano lo miró, su expresión seria, casi distante, como si estuviera tomando una decisión muy difícil, pero aún definitiva.
—Gabriele lo mejor es terminar. No lo hago para castigarte. Pero sé que no podemos seguir con esto.
Hizo una pausa, como buscando las palabras adecuadas.
— Tú todavía tienes tan