Con los días transcurriendo, Gabriele se encerró en su estudio, perdiéndose en el lienzo. Sin embargo, algo irónico comenzaba a suceder: Luciano no dejaba de aparecer en sus pinturas. A pesar de su esfuerzo por no pensar en él, su rostro seguía surgiendo en cada trazo, en cada pincelada. Gabriele estaba atónito, incluso algo alarmado por el grado de obsesión que comenzaba a desarrollar por ese hombre. Creía que estaba cruzando una línea peligrosa, la sola idea de estar enamorándose le aterraba, y se cuestionaba si realmente había perdido el control de su corazón y de su mente.Esa misma noche, Gabriele sintió el impulso de salir de su aislamiento, decidió reunirse con algunos amigos y dirigirse a un restaurante, buscando desconectarse de la tempestad emocional que lo consumía.Al llegar, algo lo detuvo en seco, justo ahí, en una mesa cercana, estaba Luciano. Su presencia lo golpeó como un relámpago, Gabriele sintió un cambio inmediato en la temperatura de su cuerpo, y todo lo que hab
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