Gabriele miraba a Luciano de una forma diferente esa noche. En sus ojos se notaba la vulnerabilidad, la decepción y la rabia. Hoy quería borrar con el sexo, esos horribles comentarios que había leído en las redes, esos mensajes que le habían dejado una marca profunda y le habían causado heridas invisibles.
—Hoy quiero tener el control… —susurró Gabriele, con una voz suave.
Gabriele le quitó la ropa a Luciano con rapidez, deslizando cada prenda como si fuera una barrera que necesitaba desaparecer ya. Cuando Luciano quedó completamente desnudo, Gabriele lo empujó con fuerza hacia la cama y se subió encima de él, sus cuerpos tocándose casi sin esfuerzo, los besos se volvieron más intensos, profundos, húmedos, llenos de deseo y de algo más profundo que ardía en el fondo: necesidad, frustración, amor, rabia.
Gabriele se levantó un poco y, sin apartar la mirada de Luciano, llevó dos dedos a su boca, los humedeció y los puso en su entrada. Luciano lo observaba, viendo cómo Gabriele arqueaba