Pasaron dos días desde aquel encuentro difícil en la casa de los Di Lucca, donde, contra todo pronóstico, la familia de Gabriele decidió aceptar y apoyar su relación con Luciano. Por petición de él, Gabriele se quedó a vivir en casa de sus padres, un lugar más tranquilo y seguro, lejos del alboroto de periodistas y curiosos. Allí, al fin, pudo descansar en paz, sin miedo, arropado en la calidez del hogar.
Pero esa calma no duró mucho. La mañana del tercer día, el teléfono de Luciano empezó a sonar sin parar, era Gabriele quien llamaba.
—¿Cariño, ¿qué pasa? —preguntó con voz grave.
—Luciano… tienes que ver las noticias —dijo Gabriele, que ya casi lloraba. — Lo publicaron todo… ¡Mi nombre, mi foto, todo!
Luciano pronto encendió la televisión y revisó su celular. No podía creer lo que veía. Los titulares se repetían en todas partes, en las redes sociales y en los portales digitales de noticias:
"Exclusiva: Gabriele Di Lucca, el amante secreto del heredero Vaniccelli”, “¿Quién es gabriel