Minutos después, la puerta de entrada se abrió con un suave clic, y Sofía entró cargando varias bolsas de supermercado. Llevaba puestos unos leggins deportivos y una camiseta corta que dejaba ver su vientre plano.
—¡Buenas, buenas...! —canturreó con sarcasmo mientras cerraba con el pie—. ¿Me ayudas con estas bolsas antes de que se me rompan los dedos?
Scott, que sostenía a Aura en brazos y le hacía suaves caricias en la cabeza, levantó la mirada y le dedicó una media sonrisa.
—Dámelas a mí, morena —dijo, caminando hacia ella con la bebé dormida en su brazo izquierdo—. Pero si se me cae la niña por tu culpa, voy a demandarte.
—¿Que diablos haces aquí? ¿Desde cuándo sabes dónde vivo, maldito perro?
—¡Ay, cállate, reina del drama! —se burló de Sofía.
Ella sonríe dudosa, entregándole dos bolsas pequeñas y cargando el resto a la cocina—. ¿Julieta te dejó entrar y cargar a la bebe?
—Si...vine a aclarar algunas cosas. Deja de burlarte y cambia esa cara.
—¿No eres tú quien empujó a una bebé p