Tory se había quedado dormida en los brazos de Peter, mientras Vicky los miraba con ojos soñadores.
—Es un encanto de niña —dijo él, meciéndole suavemente el cabello y apretándola un poco más contra su pecho, como si quisiera grabar en su memoria cada instante con sus dos sirenitas.
—Lo sé… —respondió Vicky con una sonrisa ligera—. Y agradécele a ella que no te echara en la mañana. Mejor vamos, antes de que se te duerman los brazos. Y creo que ya es momento de que me cuentes qué es lo que realmente pasó.
Peter asintió con tranquilidad. En su cabeza y en su corazón ya no quedaban dudas. Esa mañana, antes de correr hacia ellas, había llamado a uno de sus socios para que redactara el acuerdo de divorcio. Le dejaría a Lizzie todo lo que habían construido juntos. Otro castillo que se caía a pedazos, igual que el primero que había intentado con Tory. La diferencia era que este, al derrumbarse, lo dejaba lleno de paz.
Sonrió al acomodar con cuidado a la pequeña, temiendo despertarla.
Al ll