La Isla Mujeres era una de las mayores atracciones del hotel. El lugar ofrecía playas paradisíacas como Playa Norte, ideal para el snorkel, el buceo y el descanso absoluto. También destacaban los sitios arqueológicos en Punta Sur, donde se veneraba a la diosa maya Ixchel, y el fascinante Museo Subacuático de Arte (MUSA). Además, allí se podía explorar la vida marina, rentar carritos de golf, recorrer el pequeño pueblo con su ambiente caribeño o visitar el Santuario de Tortugas Marinas.
Rezaba con profesionalismo el guía turístico mientras leía desde su tableta, su voz animada atrapando la atención de los pasajeros del bus que recogía a los turistas desde los distintos hoteles de Cancún.
Era, en teoría, el lugar perfecto para relajarse sin preocupaciones. Sin embargo, Vicky seguía intranquila. No había terminado de creerle a Peter eso de “viajen ustedes y disfruten de un día madre e hija”. Se lo había dicho con tanta convicción que por un momento logró convencerla, pero la llamada que