Konstantin la mira de arriba abajo.
—Entonces supongo que deberías decidir qué parte prefieres que cumplas primero.
Ella se levanta de golpe, camina hacia la puerta… y antes de salir, se gira lentamente.
—La cena es el sábado a las ocho. Elige bien tu ropa… porque yo sí me pienso robar la atención.
Y sale, dejando su perfume de victoria en el aire.
Konstantin soltó una carcajada baja. Luego, fue directo a su teléfono.
—«Katrina» —dijo al descolgar—, «necesito tres cosas: el mejor restaurante con terraza privada en Moscú, te enviaré una lista de canciones favoritas de Kira… y necesito que ordenes un vestido rojo. Talla Kira. La mejor joyería y zapatos de cristal, lo que sea que eso signifique»
—«Sí, señor»
Esa misma noche, la pijamada en casa de Kira era un completo desastre organizado: cojines por todos lados, mascarillas faciales verdes, esmaltes tirados en la alfombra, revistas de moda abiertas, un tarro de palomitas, cerveza, chocolate y carcajadas sin parar.
—Te digo que si mañana