La indecisión pareció congelarla por un breve instante.
¿Seguir adelante o detenerse?
La vergüenza recién experimentada era como una quemadura ardiente. Las risas, los cuchicheos, podía casi oír todo de nuevo, pero ahora se adicionaba un malestar nuevo.
Nicolás.
Miró a su alrededor.
El estacionamiento subterráneo era como un laberinto, solitario y silencioso. Un lugar del que no podría escaparse tan fácilmente.
Sintió que su respiración podía incluso delatar su presencia y, justo ahora, quería huir también del hombre que la esperaba a unos pocos metros. Porque estaba esperándola a ella, de lo contrario, ¿qué hacía recostado en su auto específicamente?
O…
Una idea peor pasó por su mente, haciéndole recordar su accidente y quién era el causante del mismo.
¿Y si Nicolás hubiera venido a terminar su trabajo?
¿Y si pensaba matarla ese mismo día?
Volvió a visualizar la silueta del hombre, encontrándola ahora más oscura y siniestra de lo que en realidad era.
«Oh, sí, podría ser posib