Viernes a las 7. Cerré las puertas de la pastelería y abrí la puerta a las madres que estaban allí congregadas.
—Vamos, chicas, todas para adentro. Esto no es muy grande, así que tendremos que ponernos apretaditas y con mucho amor. Aquí, Lorena y yo hemos creado los 4 tipos de pastelitos —los puse delante en una bandeja—. Podéis probar. Normales, sin azúcar, veganos y sin gluten.
—¿Este es el de sin azúcar? —preguntó una madre mientras probaba. Asentí.
—Joder, qué bueno. Yo hice unos pasteles con stevia el mes pasado y clavé el sabor del chamomil.
—Te paso la receta luego, recuérdamelo.
—Gracias.
—Cuando acabéis de comer, os pondremos en grupos y vamos a explicar los pasos para que lo podáis hacer. Y manos a la obra.
—¿Sabes que te odio muchísimo, no? —me dijo Lorena—. Me has jodido el polvo del viernes.
—Lo siento, de verdad. Es que no sé cómo decir que no.
—Y que te lo haya pedido él no tiene nada que ver.
—No, qué va. Tú mira la cara del aquelarre de brujas —en ese momento estaban