82. Su punto débil
—¿Tarah? —la llamó Vasya pero ella no se giró a verla.
—¿Puedes ocuparte del teléfono? Volveré pronto.
—Sí, claro.
Satarah asintió y se metió al baño escondiéndose en uno de los cubículos.
Esta vez dejó caer sus lágrimas ahogando sus sollozos.
Alguien como Anastasya nunca entendería lo que había provocado dentro de ella con su crueldad.
Incluso nadie sabía en absoluto todo lo que había vivido por seis años de su vida sumida en la desesperación. Nunca disfrutaría de lo que se sentía estar embarazada y esa mujer se burlaba en su cara diciéndoselo para martirizarla.
Ella no quería darle en gusto de verla sufriendo por este tema que la ponía tan sensible y no lo haría. De hecho, ella había evitado desahogarse con alguien por sentía que si lo hacía se sentiría más real la posibilidad de nunca quedar embarazada.
Y mientras el tiempo pasaba la desesperanza intentaba lastimarla pero ella no quería caer en el pozo del dolor.
Necesitaba ser fuerte por ella misma, pero sobre todo por su hija.