58. Voy a hacer que sonrías
Quería prometerle que todo había terminado, pero sabía que no podía.
Le quitó suavemente la frazada de la cara después de arrodillarse a un lado de la cama.
—Rashel, mírame —dijo con suavidad—. Estoy aquí.
Ella abrió los ojos apenas.
Sus pupilas estaban dilatadas, como si el mundo le doliera.
Apartó los mechones que estaban cubriendo su bonito rostro pero ella no respondió de inmediato.
Solo abrió un poco los ojos, dejando que la tenue luz de la luna revelara la fragilidad en la que se encontraba. Su cabello desordenado caía sobre la almohada y la piel pálida parecía reflejar la batalla que su corazón estaba librando.
—Lo sé… —continuó él sentándose al borde de la cama—. Sé que has pasado por demasiado hoy. No quiero molestarte, solo… solo quiero estar contigo. No tienes que decir nada, solo déjame estar aquí ¿Quieres, princesa?
Rashel respiró hondo, tratando de calmar la avalancha de emociones que la invadía. Cada palabra de Valerik era un bálsamo, su proximidad la hacía sentirse se